¿Quién es el autor del Corán? - I
14/10/2009| IslamWeb
Sobre este tema se contradicen flagrantemente los estudiosos. Este trabajo trata de hacer una revisión crítica sobre las principales teorías que abordan la autoría del Corán; usando para ello argumentos lógicos, evidencia histórica, análisis textuales y datos científicos.
Probablemente el único punto de consenso acerca del Corán, es que éste fue recitado por primera vez por un hombre con el nombre de Muhammad, nacido en La Meca, una ciudad de Arabia, en el siglo séptimo después de Cristo.
En cuanto a las fuentes del Corán, los eruditos están divididos en tres grupos principales:
1. Aquellos que creen que Muhammad fue el autor del Corán.
2. Aquellos que creen que Muhammad no fue el autor sino que le fue “inculcado” por alguien más o por varios otros autores.
3. Aquellos que creen que el Corán no tiene autor humano sino que es una revelación, palabra por palabra, de Al-lah.
Comenzaremos examinando los argumentos de los estudiosos que consideran a Muhammad el autor del Corán. Para apreciar su posición es importante tener en cuenta lo que este libro tiene que decir acerca de su origen; el Corán declara contundentemente:
{Éste es el Corán Sagrado...Y ciertamente es una revelación procedente del Señor del universo} [Corán 56: 77, 80]
Una afirmación similar aparece en muchos otros lugares[1]. Más aún, su forma de dirigirse al oyente da la impresión de que emana del Creador hacia la criatura. Todos los capítulos, excepto el número nueve, comienzan con las siguientes palabras:
En el nombre de Al-lah, El Clemente, El Misericordioso.
El discurso es en primera persona; y en numerosos puntos Al-lah Manda a Muhammad dirigirse a la gente, diciendo: ‘Dí (¨Qul¨ en árabe); de hecho, esta orden aparece más de 332 veces en el Corán[2]. Otros imperativos como: “Proclama”, “Recita”, “Glorifica a tu Señor”, “Póstrate”, han sido también usados[3] en este Libro. Aunque ya es una negación de cualquier autoría humana afirmar que es una revelación divina, el Corán también hace la declaración categórica que ningún ser humano o genio pudo haberlo producido:
{Diles: Si los hombres y los genios se unieran para hacer un Corán similar, no podrían lograrlo aunque se ayudaran mutuamente}. [Corán 17: 88][4]
Además de esta afirmación de la revelación divina, más la enfática negación de un origen humano, el Corán mismo proporciona el método que serviría para probar su falsedad y refutarlo:
{Si dudáis de lo que le hemos revelado a Nuestro siervo [Muhammad] traed una sura similar, y recurrid para ello a quienes tomáis por socorredores en lugar de Al-lah, si es que decís la verdad. Si no lo hacéis, y por cierto que no podréis hacerlo, guardaos del fuego que ha sido preparado para los infieles y cuyo combustible serán hombres y piedras}. [Corán 2: 23-24]
Y en respuesta a la acusación acerca de que Muhammad era el autor del Corán, se le mandó decir al Mensajero:
{Diles [¡Oh, Muhammad!]: No me es permitido modificarlo, sólo sigo lo que me ha sido revelado. Por cierto que temo que si desobedezco a mi Señor me azote el castigo de un día terrible}. [Corán 10: 15-16]
También se les dice a los que criticaban a Muhammad, que reflexionasen sobre el hecho de que él había vivido entre ellos por 40 años, sin haber mostrado ninguna señal de grandes conocimientos, ni siquiera alguna inclinación por la poesía. Él era de hecho analfabeto, entonces ¿cómo podrían explicar que ahora él recitaba el Corán, que es incomparable en sublimidad? El mismo Corán dirigiéndose a Muhammad Al-lah Dice (lo que se interpreta en español):
{Y tú no sabías leer ningún tipo de escritura, antes de que te fuera revelado [el Corán], ni tampoco trascribirla con tu diestra; porque de haber sido así hubieran podido sembrar dudas [acerca de ti] los que inventan mentira} [Corán 28: 48][5]
Aparte de estas citas, Muhammad declaró en muchas ocasiones que él no era el autor del Corán[6] y a pesar de esto, cierto número de eruditos está convencido de que él lo hizo, implicando con ello que Muhammad mintió deliberadamente cuando atribuyó el Corán a Al-lah. Estos eruditos han atribuido diferentes motivos para este aparente engaño:
Charles Hamilton, traductor de “La Hidaya: Un comentario sobre leyes islámicas” dice en el prefacio de su traducción:
“¿Quién fue el autor de esta extraordinaria combinación de declamación y preceptos? Esto deberá mantenerse siempre como una incertidumbre. Sobre este punto hubo mucha controversia, incluso desde los tiempos de los primeros oponentes de Muhammad y su misión; a pesar de esto, el hecho de que él fue el principal autor está fuera de duda, aunque es probable que haya recibido mucha asistencia de otros en su composición[7]”.
Hamilton acaba diciendo que Muhammad era un impostor; pero no indica ningún motivo en su teoría. La misma posición es adoptada por Richard Bell, quien escribe en el prefacio de su traducción “El Corán traducido con un reordenamiento crítico de las suras”, que Muhammad mismo escribió el Corán[8].
Por su parte, en su libro “Weber y el Islam: Un estudio crítico”, Bryan S. Turner dice que Max Weber consideraba a Muhammad como un oportunista y que sus seguidores estaban motivados solamente por las perspectivas de botín y ganancias económicas[9]. Según Weber, Muhammad se habría dado cuenta que apelar a la piedad y la rectitud moral no lo ayudaba a alcanzar sus ambiciones de poder político, gloria y ganancias económicas; por lo tanto movilizó guerreros para conseguir su objetivo.
Weber va más lejos aún al decir que el Profeta “más y más claramente” se daba cuenta que su posición dependía de la exitosa movilización de tropas, a quienes Weber identificó como los transportadores de la nueva religión.
Hay varias ideas que resaltan del argumento de Weber: Habiendo fallado Muhammad en afianzarse dentro de La Meca, de las piadosas reuniones secretas pasó a apelar a los guerreros (los creyentes). Su mensaje monoteísta fue moldeado incisivamente, en términos de dinamismo militar, hacia una casta de guerreros y la doctrina social fue orientada casi totalmente a la meta de preparar psicológicamente a los creyentes para la batalla, a fin de mantener el mayor número de fieles disponibles en nombre de la fe. Tales guerreros no estarían motivados por pura devoción al carisma del Profeta sino por las perspectivas de tierra y poder. Por lo tanto, la guerra religiosa en el Islam sería simplemente una empresa dirigida hacia la adquisición de extensos territorios, pues estaría orientada al interés feudal por la tierra[10].
Kenneth Cragg en “El llamado del Minarete”, argumenta que el texto coránico estaría probablemente basado en tradiciones orales, pero que Muhammad lo atribuyó a Al-lah porque quería salvar a su gente de la insensatez criminal de la idolatría. El Corán, según Cragg, es una expresión de la profunda observación de Muhammad sobre el mundo que le rodeaba:
“Tal fue el origen y el significado de la llamada de Muhammad, desarrollada en un ambiente “tosco” donde las conclusiones de una concienzuda observación de la escena contemporánea, se articularon en una llamada personal a la prédica y la amonestación en la ciudad[11]”.
Por su parte, Arthur J. Arberry en su prefacio de “El Corán interpretado”, sostiene una opinión parecida:
“La evidencia más bien nos muestra, que en todo lo que hizo y escribió Muhammad actuó por un deseo sincero de liberar a sus compatriotas de la estupidez de sus degradantes idolatrías, que estaba urgido por un intenso deseo de proclamar la gran verdad de la unicidad de la Deidad, la cual, había tomado total posesión de su propia alma, que el fin a ser alcanzado justificaba, en su mente, los medios que adoptó en la creación de sus suras, que el se sugestionó a sí mismo hasta alcanzar la creencia de que había recibido una llamada divina; que por fuerza de las circunstancias, por su éxito gradualmente alcanzado llegó a creerse el acreditado mensajero del cielo[12]. ”
Según M.M. Mulokozi fue el bien arraigado deseo de liberar a su tierra natal, Arabia, de la dominación imperialista, lo que llevó a Muhammad a adoptar la profecía como medio para unificar a su gente con el fin de combatir a los opresores:
“Políticamente, el Islam emergió de una situación colonial y de opresión. El movimiento islámico fue hasta cierto punto, un intento de parte de los árabes de liberarse de la opresión de esos tres poderes imperialistas. El rol del Islam sería, según lo dicho, el de fomentar un espíritu de nacionalismo entre los árabes y conducirlos a luchar contra sus opresores. El medio empleado para conseguir aquella unidad fue el de la profecía, un tema muy adecuado para las extensamente vigentes experiencias de siglos de antigüedad entre la gente del Medio Oriente[13]”.
La “Nueva Enciclopedia Católica¨ también sugiere que la llamada profética de Muhammad, fue tan sólo un medio para la unificación:
“Alrededor de los cuarenta años recibió su “llamada profética” para unir a los árabes bajo el monoteísmo[14]”.
Resumiendo, la atribución de una fuente divina al Corán por parte de Muhammad, habría sido motivada, según estos autores, por el beneficio económico, la búsqueda de poder, la reforma moral o la liberación política de su gente. Sin embargo, las mencionadas teorías presentan numerosos problemas en sus propias justificaciones; empezaremos con la teoría del beneficio personal.
[1] El Corán dice por ejemplo en 26:192-193: ¨ Este Corán es una revelación del Señor del universo. El Espíritu Leal [el Ángel Gabriel] descendió con él, y lo grabó en tu corazón [¡Oh, Muhammad!], para que seas uno de los Mensajeros [y adviertas con él a los hombres].¨. Otras referencias incluyen: 25:1, 3:3, 4:105, 16:44 y 15:9.
[2] Se discutirá el significado de este número después.
[3] Corán 15:49, 76: 24-26 y 18:27-28.
[4] Un desafío similar aparece en 2:23, 10:38 y 11:13.
[5] Su analfabetismo también se menciona en 7:158.
[6] El ejemplo más famoso es la historia de su primera revelación en la cueva de Hirá. Ver Muhammad Muhsin Khan. The translation of the meanings of Sahih-Al-Bujari. Arabe-inglés. Lahore. Kazi Publications. Vol. 1 hadiz número 3, páginas 2-4.
[7] Charles Hamilton. The Hidaya: Commentary on the Islamic Laws. Pág. 8
[8] Richard Bell. The Qurán: translated with a critical re-arrengement of the surahs. Pág. 8.
[9] Bryan S. Turner. Weber and Islam: A critical study. Pág. 23.
[11] Kenneth Cragg. The Call of the Minaret. Pág. 76-77.
[12] Arthur J. Arberry. The Koran interpreted. Pág. 15.
[13] M.M. Mulokozi. Utenzi Wa Rosil’Ghul. Pág. 4.
[14] New Catholic Encyclopedia. Pág. 715.