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Situación social y moral de los árabes (Parte 3)

Situaciَn social y moral de los لrabes (Parte 3)

La situación moral

La moral de los árabes estaba en plena decadencia, pues se apasionaron por las borracheras y Al Qimar (Juego de azar). Las actividades más difundidas entre ellos fueron las batallas, asaltos a caravanas, los enfrentamientos de bandos, la injusticia, el derramamiento de sangre, la venganza, la usurpación, la apropiación de los bienes de los huérfanos, la usura, el robo y la fornicación. Se debe saber que la fornicación se difundía entre las esclavas y las prostitutas, y era menos frecuente entre las mujeres libres, prueba de ello es el hadiz del Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, cuando recibía los juramentos de lealtad de las mujeres después de la conquista (de La Meca): "No asociéis nada a Al-lah, ni robéis ni forniquéis". En ese momento Hind bint ‘Utbah, esposa de Abu Sufian, le dijo: “¡¿ y acaso fornica la mujer libre?!”
Esto no significa que todos vivían tal estado de decadencia, pues muchas personas no practicaban la fornicación ni consumían sustancias embriagantes ni asesinaban ni causaban injusticias, tenían vergüenza de apropiarse del dinero de los huérfanos y evitaban practicar la usura pidiendo interés, por mínimo que fuera, cuando prestaban dinero.
Los árabes gozaban de muchas cualidades y buenas costumbres que les hicieron capaces de portar la bandera del Islam. Entre tales características encontramos:
1) La inteligencia y la sagacidad:
Sus corazones eran simples; las supersticiones, leyendas y demás cosas en las que creían fueron fáciles de eliminar. Eran perfectos para encargarse de difundir el gran mensaje alrededor de todo el mundo, que es el sempiterno llamado al Islam.
Los árabes eran un pueblo hábil para memorizar cosas. El Islam canalizó estas grandes habilidades, la memorización y la inteligencia, a la protección de la religión. Sus fuerzas intelectuales y sus talentos innatos fueron conservados, y nunca perdían el tiempo con utopías complejas ni discusiones interminables ni escuelas complicadas de la teología.
Lo vasto de su lenguaje es otra prueba sobre la fuerza de su memoria y su capacidad de memorizar. Así pues; entre los árabes la miel era mencionada con hasta ochenta distintos nombres, el zorro con hasta doscientos, el león con hasta quinientos, el camello y la espada con hasta mil nombres y la aflicción hasta con cuatro mil nombres. Sin duda alguna, se necesita una buena memoria y habilidad para abarcar todas estas denominaciones. Su inteligencia y sagacidad les permitían comprender las cosas por medio del gesto más que por la frase.
2) Gente de amplia generosidad:
Este atributo moral estaba muy enraizado entre los árabes. Se han dado casos de personas que degollaban al único caballo o camello que tenían para dar de comer a los necesitados. Algunos no limitaban su generosidad a dar de comer a los humanos, sino que daban de comer a los animales salvajes y las aves. El grado de generosidad de Hatim At-Ta’i fue tal que las caravanas llevaron su mención a otras tierras y fue tema de dichos y proverbios.
3) Gente de bravura, caballerosidad y osadía:
Los árabes solían felicitarse y elogiarse por el que moría en combate, mientras que intercambiaban burlas por los que morían en sus lechos. A uno se le comunicó la muerte de su hermano y dijo: “si murió en batalla está bien, pues así también murió su padre, su hermano y su tío. Nosotros, por Al-lah, no morimos en los lechos; morimos despedazados o al extremo de una lanza o bajo la sombra de las espadas”.
También tenían esa caballerosidad natural, pues rechazaban que el fuerte se aprovechara del débil o del incapaz o de la mujer o del anciano. Si alguno les pedía ayuda, le ayudaban. Veían que era una cobardía que no se ayudara a quien necesitara esa ayuda.
4) Su amor por la libertad y su rechazo a la injusticia y la humillación:
El árabe, innatamente, se apasionaba por la libertad; hasta vivía por ella y moría por su causa. Él fue creado libre y rechazaba vivir sometido bajo ningún motivo. Rechazaba también que alguien manche su honra o su reputación, aunque le costara la vida. Los árabes renegaban toda humillación, injusticia y discriminación. Una prueba al respecto: una día ‘Umar ibn Hind, rey de Al Hirah, se sentó con su séquito y les preguntó: ¿Conocéis a algún árabe cuya madre rechace servir a mi madre? Ellos dijeron: sí, la madre de ‘Umar ibn Kalzum, un poeta vagabundo. El rey invitó a ‘Umar ibn Kalzum, e invitó a su madre para visitar a la suya. El rey acordó con su madre que dijera a la madre de ‘Umar ibn Kalzum después de la comida: “pásame el plato que está a tu lado”. Cuando la mujer vino, se lo dijo. Ella le respondió: quien necesita algo, lo hace por sí mismo. Ella le repitió su petición e insistió en ella. Laila, la madre de ‘Umar ibn Kalzum, gritó diciendo: ¡Ay de ti, quieres humillarme! Su hijo oyó tales palabras. Entonces se enfadó mucho y vio una espada del rey colgada en la pared, así que acto seguido la cogió y cortó la cabeza del rey ‘Umar ibn Hind.
5) Su amor por la sinceridad, la claridad, la franqueza y por cumplir sus promesas:
Ellos rechazaban la mentira y la deshonraban. Eran sinceros, por lo que su testimonio verbal era suficiente para abrazar el Islam. Lo que indica su rechazo por la mentira es la historia de Abu Sufian con Heraclio cuando éste le preguntó acerca del Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, mientras ambos combatían como enemigos. Así pues; le dijo: "Si no hubiera tenido vergüenza de que me hubiesen recordado por esa mentira, habría mentido sobre él" [Al Bujari].
En cuanto a su cumplimiento de las promesas: An-Nu‘man ibn Al Mundhir dijo a Cosroes acerca de la fidelidad de los árabes: "si alguno de ellos echa una mirada o realiza un gesto, eso significa un pacto y una promesa, de la cual nunca se liberará hasta que muera. Además si uno recoge un palo del suelo y lo deja en garantía por algo, no falla a su palabra. Si se enteran de que alguien pidió su protección y luego alguien más le hizo daño, no quedarán tranquilos hasta que la tribu entera del agresor sea exterminada o que su propia tribu haya sido exterminada por faltar a su obligación de auxilio y refugio. Hasta el criminal y el asesino puede pedir su protección y le protegerán a él más que a sus propias vidas o protegerán sus bienes más que a sus propios bienes."
La fidelidad es una virtud moral enraizada en los árabes, y el Islam vino a encaminarla correctamente. Así pues; reprende severamente a quien asiste a un criminal, sin importar su posición o su parentesco. El Profeta, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, dijo: "Al-lah Maldice a quien apoya a un criminal" [Muslim].
Entre las historias que indica su lealtad encontramos: "Al Hariz ibn ‘Abad lideró a las tribus de Baker para luchar contra Taglib cuyo líder era Al Muhalhal que mató al hijo de Al Hariz y dijo: “tú no equivales a la correa de la sandalia de Kulaib” en la guerra de Basus. Al Hariz capturó a Muhalhal, y no le reconoció, entonces le dijo: “si me indicas a Muhalhal ibn Rabi‘ah, voy a dejarte en libertad”. Este le dijo: “¿cumplirás tu promesa si te lo indico?”. A lo que él contestó: “sí”. Entonces Al Muhalhal dijo: “soy yo”. En ese momento Al Hariz, que Al-lah le Dé Su perdón, le cortó un mechón de pelos de su frente, y luego le dejó en libertad." Ésta es una fidelidad a la promesa muy rara y una hombría que merece elogio.
Entre sus lealtades se encuentran: An-Nu‘man ibn Al Mundhir temía por su vida cuando le impidió a Cosroes casarse con su hija. Así que depositó sus armas y sus mujeres con Hani’ ibn Mas‘ud Ash-Shibani, y se enfrentó a Cosroes. Éste le derrotó, y luego envió un mensaje a Hani’ pidiéndole se le entreguen los depósitos que An-Nu‘man le había encomendado, pero él rechazó entregárselos. Cosroes envió un ejército para combatirle. Entonces Hani’ reunió a su gente, Banu Baker, y pronunció un discurso donde dijo: "¡Oh, gente de Baker! Un hombre que muere por sus ideales es mejor que uno que se salva huyendo. El cuidado no salva del destino. La paciencia es un motivo de victoria. La muerte es mejor que la vileza. Enfrentar la muerte es mejor que darle la espalda. Recibir una puñalada en el cuello es más honorable que recibirla en la espalda. ¡Oh, gente de Baker! Luchad, pues no tenemos otro remedio que luchar". Banu Baker pudo vencer a los persas en la batalla de Dhi Qar, debido a este hombre que despreció la vileza y no le importó la muerte por cumplir su promesa.
6) La paciencia ante las dificultades. La resistencia física y conformidad:
Los árabes terminaban sus comidas diciendo: demasiada comida elimina la sensatez. Además despreciaban al hombre glotón.
Tenían una fuerza maravillosa para soportar las penurias y una paciencia admirable ante la escasez. Es posible que esto les era posible por la naturaleza de sus tierras desérticas y secas tan faltas de agua y cultivos.. Así es como se acostumbraban a conquistar las montañas abruptas, y a andar bajo el calor meridiano. Nunca flaquearon por el calor ni el frío ni la sinuosidad del camino ni la lejanía de la distancia ni el hambre ni la sed. Cuando abrazaron el Islam, daban grandes ejemplos de paciencia y capacidad de soportar las dificultades. Además; se satisfacían con lo poco; algunos de ellos se daban por satisfechos con comer unos dátiles o unas gotas de agua para seguir su camino.
7) La fuerza física y la grandeza del alma:
Fueron famosos por su fuerza física, junto con la grandeza de su alma y su espíritu. Cuando la hazaña psicológica y la hazaña física se unen, se consiguen milagros. Esto era lo que ocurrió después de que abrazaran el Islam. Además luchaban contra sus enemigos, y al vencerles, les dejaban en libertad. Rehusaban atacar a los heridos. Respetaban los derechos de la vecindad, sobre todo la protección de las mujeres y su honra.
Cuando alguno les pedía ayuda, le protegían, aún si se sacrificaban a sí mismos o a sus hijos y sus bienes por defenderle.
Estas virtudes y buenos modales eran de gran valor en las almas de los árabes. Al llegar el Islam, las enfatizó y consolidó, encaminándolas hacia el bien y la verdad. No es de extrañar, pues, que hayan salido del desierto como surgen los ángeles puros. Conquistaron muchos países y los llenaron de fe luego de haber estado llenos de incredulidad. Los llenaron con justicia luego de haber estado llenos de injusticia. Introdujeron la virtud luego de haber estado llenos de vicios y les trajeron el bien luego de haber estado sometidos al mal.
Estas son algunas de las virtudes morales de la sociedad donde el árabe se formaba. Esta sociedad era, pues, verdaderamente notable. Para v ivir en ella se eligió al mensajero de Al-lah, sal-lal-lahu ‘alaihi wa sal-lam, por sus obvias ventajas relativas en comparación con las sociedades persa, romana, griega e indostana. La sociedad persa no fue elegida a pesar de sus ciencias y su conocimiento; ni la indostana a pesar de la profundidad de su filosofía; ni la romana a pesar de su desarrollo tecnológico ni la griega a pesar de la inteligencia de sus poetas y su imaginación. La comunidad elegida entre las susodichas era la virgen, porque tales comunidades – a pesar de su estado y su conocimiento – nunca alcanzaron lo que los árabes alcanzaron de innata pureza, de libertad de consciencia y de elevación espiritual.

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