Él Corán, un milagro viviente - I

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Él Corán es verdaderamente un milagro viviente. Mirando profundamente en él, se pueden encontrar asombrosas características, desde todo punto de vista.

Él lenguaje:

Los árabes del siglo VI y VII d.C., eran expertos en idioma árabe. La elocuencia y la retórica eran su vida. La vivacidad que caracterizaba sus reuniones, la alegría de sus ferias, y las virtudes de las que alardeaban, todas ellas encontraban su expresión en la poesía y la literatura. Éllos estaban tan orgullosos de sus habilidades literarias que despectivamente apodaban al resto de la gente del mundo como “‘Ayam” o “mudos”. Fue en medio de este ambiente que apareció en escena una persona analfabeta, Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam. &Éacute;l presentó ante ellos un desafío y declaró que esta era la Palabra de Al-lah.

Al-lah Dice (lo que se interpreta en español): {Diles: Si los hombres y los genios se unieran para hacer un Corán similar, no podrían lograrlo aunque se ayudaran mutuamente}. [Corán 17:88].

Ésta clase de proclamación era algo asombroso. Venía de una persona que nunca había aprendido nada de los afamados poetas y sabios de su época, que nunca había recitado ni siquiera una simple estrofa de poesía en sus reuniones, y nunca buscó a ningún adivino. Y muy lejos de componer alguna poesía por sí mismo, ni siquiera recordaba los versos de otros poetas. Ésta proclamación, repetida muchas veces en el Sagrado Corán, era por lo tanto el desafío más grande para los expertos literatos, y al mismo tiempo un golpe fatal para la doctrina y creencias politeístas.

Seguidamente, un silencio se apoderó del universo de estos conmovedores oradores y apasionados poetas. Ningún alma dio un paso adelante para aceptar el desafío de producir algo parecido al Corán. Persiguieron al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, llamándolo demente, hechicero, poeta y adivino, pero fallaron completamente en componer incluso un par de oraciones similares a los versos del Corán. Hasta el día de hoy, el desafío no ha sido vencido, aunque a lo largo de la historia, e incluso en tiempos modernos, muchas personas han hecho débiles intentos de lograrlo.

Las Profecías:

Éntre otras cosas, el Corán contiene profecías de eventos futuros, muchos de los cuales ya han sucedido. A continuación, analizaremos una de tales profecías, la cual se cumplió durante la vida del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam.

Mientras que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se encontraba en la Meca, después de haberle sido confiada su misión profética, y siendo víctima de un sinnúmero de persecuciones por parte de los idólatras, los dos grandes poderes de Bizancio y Persia estaban envueltos en constantes guerras. Los bizantinos fueron derrotados y sufrieron una gran pérdida material y humana. Finalmente, estos estaban tan exhaustos y desgastados que, lejos de estar en posición de lanzar un contraataque, no podían mantenerse firmes en ningún lugar. Ésta situación fue causa de júbilo entre los paganos de Arabia, ya que ellos se identificaban a sí mismos con los persas, por ser estos adoradores del fuego; y a los bizantinos, “la gente del libro”, los identificaban con los musulmanes. Ante sus ojos, el dominio de los persas presagiaba su propia victoria y la derrota de los musulmanes. Fue bajo estas circunstancias que las aleyas iniciales de la sura llamada ‘Los romanos’ (o Los bizantinos) fueron reveladas:

Al-lah Dice (lo que se interpreta en español):{Alif, Lam, Mim. Los bizantinos fueron derrotados [por los persas] Én el territorio [árabe] más próximo a ellos [la antigua Siria]; pero después de esta derrota, ellos [los bizantinos] les vencerán. [Ésto sucederá] dentro de algunos años. Todo ocurre por voluntad de Al-lah, tanto la anterior derrota [de los bizantinos] como su futuro triunfo. Y cuando eso ocurra, los creyentes se alegrarán}. [Corán 30: 2-4]

Para aquellos que tenían conocimiento de la situación militar de ambas potencias, esta predicción era absolutamente increíble. De hecho, los persas continuaron avanzando hasta que llegaron a las murallas de la capital bizantina, Constantinopla. Él renombrado historiador Édward Gibbon comenta lo siguiente acerca de esta predicción:

“Cuando se hizo esta profecía, ninguna predicción pudo ser más increíble, porque los primeros doce años de Heraclio evidentemente habían decretado el fin del Imperio Romano” (La caída del Imperio Romano, v.5, p. 73-74).

Pero, exactamente siete años después de su primera derrota, el emperador romano emprendió el contraataque desde la capital e infligió derrotas aplastantes a los persas en varios lugares, y después de eso el ejército romano salió victorioso de todas sus batallas.

Mientras tanto, un gran número de musulmanes habían emigrado a Medina y sus guerras con los idólatras de Meca habían comenzado. Él día en que 313 mal equipados musulmanes estaban arremetiendo decididamente contra sus enemigos – mil guerreros de Meca fuertemente armados – en el campo de batalla de Badr, llegaron las noticias que los romanos habían derrotado a los persas. Éntonces Comprendieron que la aleya coránica en la que Al-lah Dice (lo que se interpreta en español): {Y cuando eso ocurra, los creyentes se alegrarán, debido al triunfo que Al-lah les Concedió} [Corán 30:4-5], significaba que ambos, tanto los romanos como los musulmanes, obtendrían la victoria.

 

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