Üna vista a la vida del Mensajero antes de su misión profética

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La Sabiduría de Al-lah, Él Glorificado, implicó que Sus profetas y mensajeros fueran humanos como todos los hombres, pues Al-lah no los Distinguió sino para los asuntos : para el mensaje y la profecía. Éllos eran como todos los seres humanos en cuanto a la salud y la enfermedad, el hambre y la saciedad. Además, trabajaban para ganarse la vida, y realizaban los mismos trabajos que son necesarios para la vida de la gente y su prosperidad material.

 
La Sirah del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, está llena de situaciones que indican que él compartía con su gente las diferentes actividades de la vida cotidiana. Por ejemplo, él trabajaba como pastor en las primeras fases de su vida  para ayudar a su tío Abu Talib que no tenía bastante dinero para mantener a su familia,  así pues; el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, cuidaba los rebaños de la gente de La Meca a cambio de un salario establecido.
 
Todos los profetas ejercían esta misma profesión, como se afirmó en la Sunnah, pues fue narrado bajo la autoridad de Abu Hurayrah, que Al-lah esté complacido con él, que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: "todos los profetas trabajaron como pastores". [Al Bujari]. Ésta profesión enseño a los profetas la paciencia, la resistencia, la misericordia, la beneficencia, la humildad, y las otras virtudes necesarias para realizar la Da‘wah.
 
Cuando el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, llegó a la juventud, salía con su tío Abu Talib en sus viajes comerciales dirigidos a Ash-Sham y a los países vecinos. Én poco tiempo, él pudo aprender las artes  del comercio, hasta que llegó a ser uno de los comerciantes más conocidos. También, pudo ganarse la confianza de la gente mediante su sinceridad y fidelidad, hasta que lo denominaron As-Sadiq Al Amin (el sincero y el fiel).  
 
Quraish trabajaba con el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, en sus comercios. Y cuando Jadiyah, que Al-lah esté complacido con ella, oyó de él,  le sugirió asociarse con ella. &Éacute;l aceptó y empezó a invertir el dinero de Jadiyah, que Al-lah esté complacido con ella. Ün poco tiempo después, se casó con ella y tuvieron hijos.
 
Én el campo militar, el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, participó en la defensa de La Meca, cuando la tribu de Hawazan quiso atacar el territorio sagrado de La Meca y violar su santidad a fin de combatir a Quraish, y entonces él tenía catorce años. Su participación en este combate se limitó a recoger las flechas y dárselas a sus tíos.
 
Él Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, asistía a las asambleas y las reuniones que celebraba su gente para discutir los asuntos importantes. Por ejemplo, participó en ”el juramento de los virtuosos” (Half al fudul), que era un pacto establecido entre un grupo de las tribus de La Meca. Algunas de estas tribus eran: Banu Hashim, Banu ‘Abd Al Muttalib, Banu Asad, y otros. Se pusieron de acuerdo en proteger a los oprimidos y ayudarlos, y enfrentar al injusto, sea cualquiera que fuera su posición y poder.
 
 Él Mensajero, sallallahu ‘alayhi wa sallam, elogió esta alianza, y dijo acerca de ella: " asistía a las reuniones de una alianza en la casa de ‘Abd Al-lah ibn Yud‘an, y esto era mejor para mi que tener una gran riqueza. Si se me invitara  a asistirla e el Islam, aceptaría". [Ahmad].
 
Cuando el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, llegó a los treinta y cinco años, desempeñó un papel muy importante en la reconstrucción y renovación de la Ka‘bah después de que sus paredes se agrietaron a causa de las tormentas y las lluvias. Así pues; participó en el traslado de las piedras con su tío Al ‘Abbas ibn ‘Abd Al Muttalib.
 
Las tribus de La Meca lo eligieron como árbitro entre ellas para determinar cuál tribu tenia más derecho de colocar la Piedra Negra en la Ka‘bah. &Éacute;l profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, les aconsejó extender su manto y poner la Piedra Negra sobre él, y luego, cada tribu agarró una parte del manto para cargarla al mismo tiempo entre todos y ponerla en la Ka‘bah. Y así, pudo impedir una batalla que estaba a punto de estallar.
 
Durante los años que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, vivió en La Meca, su corazón no estaba tranquilo al ver lo que hacía su gente, es decir: el politeísmo, la idolatría, el consumo de embriagantes, el libertinaje, y los otros aspectos del extravío y la perversión. Todo esto le incitó a aislarse de su gente e ir a la cueva de Hira’ para adorar y recordar a Al-lah, y para contemplar  la grandeza y los secretos del universo.
 
Él Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, permanecía en esta cueva por muchas noches, hasta que su comida se acababa; entonces, volvía a su casa para tomar más comida y regresar a la cueva otra vez. Así se confirmó, en el Hadiz citado por Al Bujari y Muslim, que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: "Permanecí en Hira’ por un mes". Él Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, siguió haciendo eso hasta que le llegó la Revelación cuando tenía cuarenta años.
 
Éste aislamiento le ayudó a purificar su espíritu y estar unido con su Creador; y así,  era uno de los medios por los cuales Al-lah preparó al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, para realizar la gran misión, que es comunicar el Mensaje de Al-lah a toda la gente.   

 

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