Dejé el libro y miré a Tasnim: “Bien, entonces, ¿qué vamos a hacer este Ramadán? Su alegre rostro se iluminó: “Pintemos las ventanas”. Miré a mis blancas cortinas y le dije: “No”. “Bien, ¿qué más haremos en Ramadán?” Omar saltó del sofá…“No comeremos, eh, quiero decir, ayunaremos”. “Muy bien, ayunaremos por un mes completo”. Éntonces Tasnim dijo: “Amo Ramadán, es divertido”. Omar dijo: “Sí, es grandioso, podremos elegir lo que deseemos para romper nuestro ayuno”.
Se notaba en su mirada que él estaba recordando las salchichas recién salidas del horno cubiertas de Ketchup, con un vaso de chocolate con leche. “¿Y qué hace que esa comida sepa tan especialmente deliciosa?”, pregunté, sentándome en el sofá. Omar levantó su mano muy alto, como si estuviese en clases: “Yo sé, yo sé”, gritó, “Porque lo estamos haciendo por Al-lah, y cuando comemos recordamos a Al-lah”. Tasnim saltó y dijo: “Y la gente pobre que no tiene qué comer, como en Somalia y Ba…” Omar la miró y dijo: “Quieres decir Bosnia”. Tasnim dijo: “Sí, Bas…ese lugar que dice Omar”. Omar entonces bajó la cabeza. “¿Qué pasa Omar?” “És que estoy recordando las historias acerca de que la gente en Bosnia comía pasto porque no tenían nada para comer durante la Guerra”. Suspirando profundamente, dije: “Sí, tenemos muchas cosas por las cuales agradecer”. Tasnim, caminando hacia mí, dijo: “¿Recuerdas aquella foto del niño somalí en el suelo y el buitre esperando a que muriera?” Ni siquiera tengo que hacer un esfuerzo para recordarlo, pues esa imagen estará por siempre en mi memoria.
Abracé a Tasnim y la traje junto a mí en el sofá. Omar también me abrazó y, mirando hacia el piso, apoyó su mejilla sobre mi brazo. “¿Mamá?”, él suspiró, “¿podríamos enviarles algo de dinero a esa genta para que puedan comprar comida?” Sonreí y dije: “Sí, cada año les damos el Zakat”.
Omar se frotó los ojos, y pude ver en su mirada que estaba planeando algo. Se puso de pié y corrió hacia su habitación. Por un momento pensé que se pondría a llorar, pero empecé a escuchar las puertas de su armario abriéndose y cerrándose, luego percibí el sonido de varias monedas moviéndose por el pasillo.
Rápidamente dio vuelta a la esquina y se detuvo abruptamente frente a mí sosteniendo un envase plástico lleno de billetes y monedas. Con su rostro muy serio se acercó a mí para que pudiera tomar el envase. “Omar, ¿qué quieres que haga con esto?” Respondió: “Mamá…esto es para la gente pobre que no tiene nada para comer”. Tomando el envase plástico, comencé a abrirlo y le dije: “¿Y cuánto quieres darles?” Hizo una mueca como diciendo: “¿Todavía no entiendes?” Tomó el envase, lo vació sobre mi regazo y dijo: “¡Todo mama!” Pensé que debía explicarle el concepto de los porcentajes del Zakat, pero simplemente no lo consideré apropiado.
Mirando mi regazo, sabía que él había estado ahorrando ese dinero para comprarse un Hombre Araña en la juguetería. Éstaba a punto de hablarle acerca de la recompensa de Al-lah, cuando apareció Tasnim con su envase de plástico. Sonriente, ella abrió el envase y también vació el dinero sobre mi regazo. Demasiado emocionada como para hablar, los abracé. Mirando el dinero, Tasnim puso su mano en su mejilla en actitud pensativa, y dijo: “Tal vez ellos puedan comprar suficiente comida para ese pequeño niño y así pueda pararse y el buitre no se lo coma”.
Por supuesto, lo más lógico era decirle que esa foto había sido tomada alrededor de dos años atrás y lo más probable era que el niño nuca se levantó y no fue enterrado. Pero sólo Al-lah sabe qué pasó, y esta pequeña niña necesitaba saber que por la Misericordia que ella recibe de Al-lah, aún existe esperanza.