Barakah, su devoción a Muhammad

  • Fecha de publicación:21/04/2009
  • Sección:Las Sahabas
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Cuando Muhammad tenía 6 años, su madre decidió visitar la tumba de su esposo, Abdullah, en Yazrib. Tanto Barakah como Abd Al Muttalib trataron de disuadirla, pero Amina estaba decidida. Fue así que una mañana salieron de viaje: Aminah, Muhammad y Barakah juntos en la montura de un camello, parte de la caravana que había ido a Siria. Para proteger al tierno niño de cualquier dolor y preocupación, Aminah no le dijo que estaba yendo a visitar la tumba de su padre.

La caravana iba a paso firme. Baraka trataba de consolar a Aminah por causa de su hijo y gran parte del tiempo Muhammad iba durmiendo con sus brazos alrededor del cuello de Barakah.
Le tomó 10 días a la caravana llegar a Yazrib. Muhammad fue dejado con sus tíos maternos de Banu Nayar, mientras Aminah fue a visitar la tumba de Abdullah. Cada día, por un par de semanas, ella permaneció en la tumba, consumida por la tristeza.
De regreso a Meca, Aminah se enfermó gravemente de fiebre. A medio camino entre Yazrib y Meca, en un lugar llamado Al Abwa, se detuvieron. La salud de Aminah se deterioró rápidamente. Üna noche negra, ella estaba sufriendo una muy alta temperatura, la fiebre había empeorado, entonces llamó a Barakah en voz alta. Relató Barakah: “Élla suspiró en mi oído: ‘¡Oh, Barakah!, partiré pronto de este mundo. Éncomiendo a mi hijo Muhammad bajo tu cuidado. &Éacute;l perdió a su padre cuando aún estaba en mi vientre. Y aquí está ahora, perdiendo a su madre cuando tiene tan solo 6 años. Sé una madre para él Barakah, y no lo abandones nunca’. Mi corazón se rompió y comencé a sollozar y a lamentarme. Él niño se angustió por mi lamento y comenzó a llorar, se lanzó a los brazos de su madre y se agarró fuertemente de su cuello. Élla dio su último quejido y luego quedó en silencio por siempre”.

Barakah lloró, lloró amargamente. Con sus propias manos cavó una tumba en la arena y enterró a Aminah, humedeciendo la tumba con todas las lágrimas que brotaban por el dolor de su corazón. Barakah regresó con el niño huérfano a Meca y lo puso al cuidado de su abuelo y ella se quedó en su casa para cuidarlo. Cuando Abd Al Muttalib murió dos años más tarde, ella fue con el niño a la casa de su tío Abu Talib y siguió cuidando de él hasta que creció y se casó con Jadiyah.

 

 

 

Barakah entonces permaneció con Muhammad y Jadiyah en una casa que pertenecía a Jadiyah. Dijo Barakah: “Yo nunca lo dejé y él nunca me dejó”. Ün día Muhammad la llamó y le dijo: “Ya Ümmah (Oh, madre –él siempre la llamaba “madre”–), ahora soy un hombre casado y tú aún estás soltera. ¿Qué pensarías si viniera alguien ahora y te propusiera matrimonio?” Barakah miró a Muhammad y dijo: “Nunca te dejaré. ¿Acaso una madre abandona a su hijo?” Muhammad sonrió y la besó en la cabeza, miró a su esposa Jadiyah y le dijo: “Ésta es Barakah. Élla es mi madre después de mi propia madre. Élla es el resto de mi familia”.
Jadiyah le dijo: “Barakah, tú has sacrificado tu juventud por causa de Muhammad. Ahora él quiere devolverte alguna de sus obligaciones. Por mí y por él, acepta casarte antes de que te llegue la vejez”.
Barakah preguntó: “¿Con quién me casaré mi señora?”. Dijo Jadiyah: “Aquí está Übaid Ibn Zaid de la tribu de Jazray de Yazrib. &Éacute;l ha venido a nosotros pidiendo tu mano en matrimonio. Por mi causa, no te niegues”.
Barakah aceptó. Se casó con Übaid Ibn Zaid y se fue con él a Yazrib. Allí dio a luz un hijo a quien llamó Aiman, y desde entonces la gente la llamaba “Ümm Aiman” (la madre de Aiman).
Sin embargo su matrimonio no duró mucho tiempo. Su esposo murió y ella regresó de nuevo a Meca a vivir con su hijo Muhammad in la casa de Jadiyah. Éstuvieron viviendo en la misma casa al mismo tiempo ‘Ali Ibn Abi Talib, Hind (la hija de Jadiyah de su primer matrimonio) y Zaid Ibn Harizah.
Zaid era un árabe de la tribu de Kalb, quien fue capturado de niño y llevado a Meca para ser vendido en el mercado de esclavos. Fue comprado por el sobrino de Jadiyah y puesto a su servicio. Én la casa de Jadiyah, Zaid se apegó mucho a Muhammad y se pudo a su servicio. Su relación era como padre e hijo. De hecho, cuando el padre de Zaid fue a Meca a buscarlo, Muhammad le dio a escoger a Zaid entre irse con su padre o permanecer con él. La respuesta de Zaid a su padre fue: “Nunca dejaré a este hombre. &Éacute;l me ha tratado noblemente, como un padre trata a su hijo. Ni un solo día he sentido que soy un esclavo. &Éacute;l me ha cuidado bien. &Éacute;l es amable y amoroso conmigo y se esfuerza por mi felicidad. &Éacute;l es el más noble de los hombres y la persona más grandiosa de la creación. ¿Cómo podría dejarlo e irme contigo?... Nunca lo dejaré”.
Más tarde, Muhammad proclamó en público la libertad de Zaid. Sin embargo, Zaid continuó viviendo con él como parte de su familia y dedicándose a su servicio voluntariamente.

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