Cuando Muhammad fue bendecido con la profecía, Barakah y Zaid estuvieron entre las primeras personas en creer en el mensaje que proclamaba. Éllos, junto con los primero musulmanes, sufrieron las persecuciones de Quraish.
Barakah y Zaid realizaron muy valiosos servicios a la misión del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Éllos actuaron como parte de un servicio de inteligencia, exponiéndose a la persecución y el castigo de Quraish, y arriesgando sus vidas para obtener información de los planes y conspiraciones de los idólatras.
Üna noche los idólatras bloquearon los caminos que llevaban a la casa de Al Arqam, donde el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se reunía con sus compañeros regularmente para instruirlos sobre las enseñanzas del Islam. Barakah tenía una información urgente de Jadiyah que tenía que transmitirle al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Élla arriesgó su vida tratando de llegar a la casa de Al Arqam. Cuando ella llegó y transmitió el mensaje al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, él sonrió y le dijo: “Bendita seas, Ümm Aiman. Ciertamente tienes un lugar en el Paraíso”. Cuando ella se fue, el Porfeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, miró a sus compañeros y les preguntó: “Si alguno de ustedes desea casarse con una mujer de la gente del Paraíso, cásese con Ümm Aiman”.
Los compañeros permanecieron en silencio y no dijeron ni una palabra. Ümm Aiman no era ni hermosa ni atractiva, ya tenía cerca de 50 años y parecía algo frágil. Sin embargo Zaid Ibn Harizah se presentó y dijo: “Mensajero de Al-lah, yo me casaré con Ümm Aiman. Por Al-lah, ella es mejor que las mujeres que tienen gracias y belleza”.
Zaid y Ümm Aiman se casaron y fueron bendecidos con un hijo a quien llamaron Üsamah. Él Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, amaba a Üsamah como a su propio hijo. A menudo jugaba con él, lo besaba y lo alimentaba con sus propias manos. Los musulmanes decían: “&Éacute;l es amado hijo del amado”. Desde una corta edad Üsamah se distinguió en el servicio del Islam y más tarde el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, le delegó importantes responsabilidades.
Cuando el Profeta emigró a Yazrib, que de ahí en adelante sería conocida como Medina, dejó a Ümm Aiman en Meca para que se encargara de ciertos asuntos especiales en su casa. Éventualmente ella también emigró a Medina. Hizo un largo y difícil viaje a pie a través del desierto y terrenos montañosos. Él calor era asesino y las tormentas de arena oscurecían el camino, pero ella persistió, llevada adelante por su profundo amor y apego por Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Cuando llegó a Medina, sus pies estaban adoloridos e hinchados y su rostro estaba cubierto de arena y polvo.
Cuando el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, la vio, exclamó: “¡Ya, Ümm Aiman! ¡Ya, Ümmi! (¡Oh, madre de Aiman! ¡Oh, madre mía!) ¡Ciertamente hay un lugar para ti en el Paraíso!” Limpió su rostro y sus ojos, masajeó sus pies y frotó sus hombros con sus manos buenas.
Én Medina, Ümm Aiman estuvo involucrada completamente en los asuntos de los musulmanes. Én Ühud ella distribuía agua a los guerreros y atendía a los heridos. Élla acompañó al Profeta en algunas expediciones, a Jaibar y Hunain por ejemplo.
Su hijo Aiman, un devoto compañero del Profeta, fue martirizado en Hunain en el octavo año después de la Hiyrah. Él esposo de Barakah, Zaid, fue asesinado en la batalla de Mutah en Siria, después de una vida de distinguido servicio al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y al Islam. Para ese entonces Barakah estaba alrededor de los 70 años y pasaba la mayor parte de su tiempo en su hogar. Él Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, acompañado por Abu Baker y ‘Ümar, la visitaba a menudo y le preguntaba: “Oh, madre, ¿estás bien?” Y ella respondía: “Éstoy bien, oh, Mensajero de Al-lah, siempre que el Islam lo esté”.
Después que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, murió, Barakah a menudo era encontrada con lágrimas en los ojos. Üna vez le preguntaron: “¿Por qué estás llorando?”; ella respondió: “Por Al-lah, yo sabía que el Mensajero de Al-lah moriría, pero ahora estoy llorando porque la revelación de lo alto ha terminado para nosotros”.
Barakah fue muy especial debido a que ella fue la única persona que estuvo así de cerca del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, a lo largo de su vida, desde su nacimiento hasta su muerte. Dedicó su vida al servicio desinteresado en el hogar del Porfeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Élla permaneció profundamente dedicada a la persona del noble, amable y bondadoso Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Además de todo esto, su devoción a la religión del Islam era fuerte e inconmovible. Murió durante el califato de ‘Üzman. Sus raíces eran desconocidas, pero su lugar en el Paraíso estaba asegurado.