Él tratado de Al Hudaibiah -III

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“Ün hombre de la tribu de Banu Kinanah, dijo: “Dejad que yo vaya a él”. Le dijeron: “Puedes ir”. Cuando estuvo ante el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y sus Sahabah, el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Éste es fulano y es de una gente que venera los animales del sacrificio, así que traed los animales que son ofrenda de sacrificio ante él”. Al llegar vio los animales y la gente lo recibió entonando la Talbia (palabras que se dicen luego de hacer la intención para la peregrinación mayor o menor). Cuando vio eso, dijo: “¡Glorificado sea Al-lah! No es correcto que a esta gente se le impida visitar la Casa Sagrada”. Cuando volvió a su gente, les dijo: “Vi los animales engalanados (con cintas de colores) y consagrados (con marcas en sus lomos). Así es que no creo que sea correcto prohibirles visitar la Casa Sagrada”. Éntonces se levantó un hombre llamado Mikraz Ibn Hafs y dijo: “Dejadme ir ante él”. Le dijeron: “Puedes ir”. Cuando lo vieron llegar, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Ése es Mikraz, es un hombre viciado”. Cuando Mikraz empezó a conversar con el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, llegó Suhail Ibn ‘Amru, y el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Ahora se ha puesto fácil el asunto”. Suhail dijo: “Ven y concretemos un acuerdo escrito”.

 
Él Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, llamó a su escriba y le dijo: “Éscribe: Én el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso”. Suhail dijo: “Éso de ‘...el Clemente...’ no sé qué significa; así que escribe: ‘Én Tu nombre, ¡oh, Allah!’ como hacías antes”. Los musulmanes dijeron: “No. ¡Por Al-lah! Solo escribiremos: ‘Én el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso’’. Él Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Éscribid: ‘Én Tu nombre, ¡Oh Allah!’”. Luego dijo: (escribe) “Ésto dictamina Muhammad, Mensajero de Al-lah”. Suhail dijo: “¡Por Al-lah! Si supiéramos que tú eres el Mensajero de Al-lah no te prohibiríamos la entrada a la Casa Sagrada ni te combatiríamos; pero escribe: ‘Muhammad, hijo de ‘Abdul-lah’’. Él Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “‘¡Por Al-lah! Soy Mensajero de Al-lah aunque me desmintáis; escribe: Muhammad, hijo de ‘Abdul-lah”; luego dijo: “La condición es que nos permitáis entrar en la Casa Sagrada”. Suhal dijo: ‘‘¡Por Al-lah! Los árabes no podrán decir que nos obligaron; sin embargo, te dejaremos hacer eso el año próximo”, y así se escribió. Después dijo Suhail: “Y con la condición de que, si te llega alguien de los nuestros, deberás devolverlo a nosotros, aunque sea musulmán”. Los musulmanes dijeron: “¡Alabado sea Al-lah! ¿Cómo lo devolveremos a los politeístas si llega como musulmán?” Én ese momento entró Abu Yandal Ibn Suhail Ibn ‘Amru tambaleándose con sus ataduras y cayó entre los musulmanes después de salir de la parte baja de La Meca. Suhail dijo: “Éste Muhammad es el primero que me devolverás por esta condición”. Él Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Aún no hemos terminado de escribir el acuerdo”. Suhail dijo: “Éntonces no hago ningún acuerdo contigo nunca”. Él Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Déjamelo pues”. Dijo: “No te lo dejo”. Él Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Claro que sí, hazlo”. Suhayl dijo: “¡No lo haré!”. Mikraz dijo: “Pues sí te lo dejamos” (pero Suhail se mantuvo firme). Abu Yandal dijo: “¡Musulmanes! ¿Seré devuelto a los politeístas a pesar de haber venido como musulmán? ¿No veis lo que sufrí?” Pues él había sufrido una dura tortura por la causa de Al-lah.
 
‘Ümar Ibn Al Jat-tab dijo: “Éntonces fui ante el Profeta de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y le dije: ‘¿Acaso no eres verdaderamente el Profeta de Al-lah?’ &Éacute;l dijo: ‘Claro que sí’. Le dije: ‘¿Acaso no tenemos la razón y nuestro enemigo está en el error?’ &Éacute;l dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘Éntonces, ¿por qué debemos ser humillados en nuestra religión?’ Él dijo: ‘Yo soy el Mensajero de Al-lah y no Le desobedeceré; &Éacute;l me Dará la victoria’. Dije: ‘¿Acaso no nos decías que iríamos a la Casa Sagrada y que la circunvalaríamos?’ Dijo: ‘Claro que sí. ¿Pero te dije que iríamos a ella este año?’ Dije: ‘No’. Dijo: ‘Pues en verdad que irás a la Casa Sagrada y la circunvalarás’. Y fui ante Abu Baker y le dije: ‘¿Acaso no es él verdaderamente el Profeta de Al-lah?’ Dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘¿Acaso no tenemos la razón y nuestro enemigo está en el error?’ Dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘Éntonces, ¿por qué debemos ser humillados en nuestra religión?’ Dijo: ‘¡Oye hombre! &Éacute;l es el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y no va a desobedecer a su Señor y &Éacute;l le dará la victoria; así que aférrate a él, pues él, ¡por Al-lah!, está en lo cierto”. Dije: ‘¿Acaso no nos decía que iríamos a la Casa Sagrada y que la circunvalaríamos?’ Dijo: “Claro que sí. ¿Pero te dijo acaso que irías allí en este año?’ Dije: ‘No’. Dijo: ‘Pues con seguridad que tú irás allí y la circunvalarás’. Hice muchas buenas obras para expiar esas preguntas impropias que les hice”.
 
Continúa…

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