James A. Michener

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“Muhammad, el hombre inspirado que fundó el Islam, nació alrededor del año 570 d.C. dentro de una tribu árabe que adoraba ídolos. Huérfano de nacimiento, siempre fue particularmente atento con el pobre y necesitado, las viudas y los huérfanos, el esclavo y el oprimido. A los 20 años él ya era un exitoso hombre de negocios, y pronto se convirtió en director de caravanas de camellos para una viuda adinerada. Cuando llegó a los 25 años, su empleadora, reconociendo sus méritos, le propuso matrimonio. A pesar de que ella era 15 años mayor, él se casó con ella; y mientras ella vivió, permaneció como un devoto esposo”.

“Como casi todo profeta importante antes de él, Muhammad luchó humildemente como el transmisor de la Palabra de Dios, consciente de su propias limitaciones. Pero el ángel le ordenó ‘Lée’. Hasta donde sabemos, Muhammad no podía leer ni escribir, pero comenzó a dictar aquellas palabas inspiradas que pronto revolucionarían un gran segmento de la tierra: ‘Hay un solo Dios’”.
“Én todas las cosas Muhammad era profundamente práctico. Cuando su amado hijo Ibrahim murió ocurrió un eclipse, y rumores de una condolencia personal de Dios rápidamente se levantaron. Sobre lo cual se dice que Muhammad anunció: ‘Ün eclipse es un fenómeno de la naturaleza. És absurdo atribuir tales cosas a la muerte o el nacimiento de un ser humano’”.
“A la muerte de Muhammad, se hizo un intento de deificarlo, pero el hombre que se convertiría en su sucesor administrativo eliminó la histeria con uno de los más nobles discursos en la historia religiosa: ‘Si hay alguno entre ustedes que adoraba a Muhammad, él está muerto. Pero si adoraban a Dios, &Éacute;l vive por siempre’”.
(Islam: La religión malentendida en Reader's Digest [Édición Americana],
Mayo 1955, pp. 68-70)

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