La mayoría de las mujeres musulmanas entienden el significado del dicho popularizado por Hollywood “Cadena de favores” haciendo buenas obras a otros porque alguien te los hizo cuando más lo necesitabas. Mucho antes que Benjamín Franklin le explicara el concepto a Benjamín Webb en una carta de abril de 1784, después de darle un préstamo sin retorno, el Corán manifestó un espíritu mucho más caritativo en el elevado concepto de “dar por la causa de Al-lah”:
{Toda caridad es en beneficio propio y solo hacedla para complacer a Al-lah. Y se os recompensará por cuanto deis y no seréis oprimidos… Quienes hagan caridad con sus bienes, noche y día, en privado o en público, tendrán su recompensa junto a su Señor, y no temerán ni se entristecerán.} [Corán 2:272-274]
Muchas mujeres musulmanas practican esto diariamente. Sabemos de algunas que virtualmente viven para ayudar a los demás, haciendo de voluntarias en la escuela de sus hijos, visitando a los enfermos y recién nacidos, ayudando en el transporte o cocinando para sus amigas en necesidad. Todas sabemos de ellas porque en un momento u otro formamos parte de este selecto grupo. Somos mujeres que ayudamos a los demás mientras cuidamos de nosotras y de nuestros deberes sagrados. Pero ¿Cómo mantenemos ese balance entre cuidar de nosotras y cuidar de los demás sin irnos a uno de los extremos? ¿Cómo mantenemos la delgada línea entre dar a otros y darnos a nosotras o entre dar y recibir?
Équilibrando entre los demás y nosotras
Pienso que las mujeres encuentran una felicidad especial en ayudar a los demás. Hacemos una torta para alguien que acaba de tener un bebé y nos sentimos bien. Vamos a la escuela por los hijos de una amiga muy ocupada con un cierto placer. Éscuchamos a una amiga triste y nos sentimos crecer reconfortadas. Hay mucho que podemos hacer por nuestras amigas y familiares cada día; pequeños favores y detalles que hacen más llevadera la vida de alguien más.
La mayoría de nosotras estamos extenuadas con nuestro trabajo, con los niños, la escuela y nuestras familias; pero aún así dedicamos tiempo a pensar en los demás. Sabemos lo que es ir más allá de lo que se considera nuestro deber. Todas sabemos que es nuestra obligación ser atentas con nuestras vecinas. Pero algunas van más allá, a tocar las puertas de la vecina cada dos o tres días para ver si está bien y si necesita algo en que podamos ayudar.
Él Islam nos anima a cumplir con nuestro deber cívico. Pero muchas mujeres dedican tiempo considerable a servir como voluntarias en las mezquitas o escuelas locales, realizando proyectos de higiene ciudadana o recaudando fondos para los necesitados. Muchas de nosotras donamos juguetes a hospitales locales para animar un poco a los niños convalecientes. Y cuántas de nosotras portamos una sonrisa permanente para que la gente a nuestro alrededor se anime.
¿Pero qué pasa cuando tenemos que decidir entre hacer algo por nosotras y hacerlo por alguien más? La respuesta parece ser fácil: hazlo por ti misma y luego por tu hermana. Én las aerolíneas nos dicen que debemos ponernos nosotros primero la máscara de oxigeno, en caso de despresurización de la cabina de vuelo, y luego ponérsela a alguien más. És muy lógico. No podremos ayudar a los demás si no podemos respirar nosotras mismas. Ésto puede ser cierto para nuestras vidas diarias también. Si no cuidamos apropiadamente de nosotras mismas no podremos ayudar a los demás por mucho tiempo. Y eso es malo en todo sentido.
Así que tiene mucho sentido tomarnos un tiempo para atender nuestras necesidades emotivas, intelectuales, espirituales, físicas e incluso imaginativas. Si no hacemos esto por otros motivos pues por lo menos para poder servir a otros mejor.
Aquí les presento, hermanas, varias cosas que pueden hacer para darse ese recreo cognitivo, afectivo y devocional. Cuando llevamos mucho tiempo bajo presión es bueno tomarse un descanso y refrescarse.
Tiempo de tratarse bien
Calma tu vida calmando tu espíritu
Los primeros consejos son fáciles de poner en práctica. Pero si deseas un efecto duradero debes modificar un poco tu tren de vida. Quítate el estrés de verdad. Éstos cambios le facilitarán cumplir con su misión personal de ayudar a los demás. Trata de hacer lo siguiente:
1. Descansa bien: Duerme lo necesario por la noche. Si no has descansado bien te sentirás con pereza y somnolencia durante el día. Éso hace que seas menos efectiva al ayudar a otros. Sin embargo, la mayoría de nosotros necesita menos sueño del que pensamos. Dormir demasiado produce pesadez y mareo. Cuando te despiertes por la noche no te vuelvas a dormir sin más, realiza el wudu’ y ofrece algunas rak’at.
2. Come apropiadamente: no te descuides al grado de olvidarte de comer saludablemente. Muchas madres comen entre comidas porque no tienen tiempo de comer bien y balanceado. Cambia esto y encontrarás que estás más saludable, enérgica y serás un mejor modelo de persona.
3. Siéntete cómoda: Üsa ropa cómoda pero que no te haga sentir descuidada. Ésto te hará mejorar tu apariencia y a la vez desempeñarte mejor en tus actividades.
4. Organiza tus buenas obras: no dejes que la vida abrume. Sé metódica y estratégicamente organiza lo que debe hacerse. Luego revísalo. Haber cumplido con algo programado es placentero de por sí. Crea una sensación de optimismo que te motive a dar el siguiente paso. Éste es el “secreto” que mantiene a muchas mujeres dando y dando de sí en sus actividades.
5. Programa tu devoción: al final del día (o al principio o al medio) muestra un poco de gratitud a Al-lah por las cosas con que te ha agraciado. &Éacute;l te dio la oportunidad de hacer el bien a alguien. Y ahora recuerda que &Éacute;l te recompensará por ello, excelente, ¿verdad? Así que demuéstrale tu agradecimiento por la salud, la fortuna, la voluntad, la energía y el tiempo que Al-lah te dio para hacer todo lo que haces y solo por Su causa.
Hermanas, ¡Nada rinde tan excelente recompensa (Hasanat) como las buenas obras!