Desde que nacemos estamos envueltos en la red de la comunicación social. De esta manera logramos entendernos y expresar nuestras opiniones. Da lo mismo que seamos bebés que lloran para comunicar que están hambrientos o seamos adultos que lloran para comunicar tristeza; desde temprana edad aprendemos la importancia de la comunicación. También tratamos de aprender los matices de la comunicación, que varían entre sociedades, culturas y hasta entre familias.
Conforme vamos creciendo, nos casamos y tenemos hijos, creamos una forma de comunicación que funciona para nosotros. Cada familia tiene sus propias reglas; cada familia tiene su propia forma de medir la comunicación exitosa o la fallida. A veces tenemos un método de comunicación con nuestros cónyuges, otro con nuestros hijos, otro entre amigos, etc.
Sin embargo, debemos saber que haber adoptado un método para comunicarnos no significa que no podamos cambiarlo si no funciona o mejorarlo aunque funcione.
Nadie puede cuestionar la importancia de la comunicación abierta en cualquier relación. És algo innato en nuestra naturaleza hablar y escuchar a los demás. Éscuchamos cuando alguien nos habla, procesamos la información de alguna manera y luego respondemos hablándole a la persona que nos habló. Éste es el aspecto obvio de la comunicación; pero la comunicación es mucho más que hablar y escuchar.
Formas de comunicación
Él diálogo es la más básica de las formas de comunicación; pero hay muchos otros niveles de comunicación, algunos no necesitan ni una palabra.
· Él lenguaje corporal
Él lenguaje corporal es uno de los mayores recursos de comunicación y es uno que las mujeres parecen utilizar hasta inconcientemente. ¿Cuándo fue la última vez que gesticulaste con tus ojos respecto a algo que tu esposo, tus padres o tus amigos dijeron? ¿Qué significan estos gestos? Ün solo movimiento de los ojos es para algunos algo tan simple como un parpadeo, pero para otros dice mucho. Puede indicar que piensas que lo que se acaba de decir es ridículo o que no amerita una respuesta.
Cuando nos reunimos con nuestros amigos podemos encontrarnos en situaciones en las cuales chismeamos sobre alguien sin pronunciar una sola palabra.
Por ejemplo, miro a alguien y veo que su ropa es ridícula. La mirada de una amiga se encuentra con la mía y nos sonreímos. Ambas sabemos que vimos lo mismo. De pronto su rostro expresa desaprobación, luego gesticulo yo con mis ojos y moviendo mi cabeza de lado a lado. Sin pronunciar una sola palabra hemos ridiculizado a esa persona y nos burlamos de su vestimenta.
Cuando tratamos con nuestros hijos, a veces las miradas pueden mandar un mensaje más contundente que cualquier palabra. Tal es el caso, por ejemplo, cuando tu bebé está trepándose a un mueble de cocina. Tú le echas “la mirada de enojo” y él desciende luego de haber entendido. O cuando estás en la mezquita y tus hijos empiezan a parlotear y hacer travesuras, tú rápidamente te llevas el dedo a la boca. Éllos entienden la señal de silencio mejor que cualquier amenaza hablada.
· Maravillas de una sola palabra
Incluso una palabra dicha con una actitud especial produce más efecto que un monólogo de cinco minutos. Recuerda esa discusión que tuviste la semana pasada que terminó con un amargo o incluso molesto “lo que sea”. ¿Lo que sea? ¿Qué significa eso? Pues hoy en día significa mucho.
Significa “olvida el asunto”, significa “no quiero hablar más de ello”. És una forma fácil de terminar una discusión, a veces para bien y a veces posponiéndola para después. Pero la actitud es la clave, dependiendo del tono de voz podemos comunicar falta de respeto hacia la persona con la que discutimos o simplemente mostrar desinterés. Ésta expresión se ha convertido en un ícono cultural con vida propia.
¿Y qué padre no ha pronunciado el nombre de su hijo o hija con molestia, temor o en tono de amenaza? Ün fuerte y firme “¡Amira!” puede decirle a tu hija Amira exactamente lo que quieres decirle: no hagas eso, aléjate de eso, detén eso o ¡te lo advierto!
Comunicándote con tu esposo
Éntender que hay varias formas de comunicarse es un principio. Lo que también debemos entender es que unas formas de comunicarse serán más efectivas que otras con algunas personas en nuestra vida. La forma en que nos comunicamos con nuestros esposos no funcionará necesariamente con nuestros hijos, por ejemplo, a pesar que algunas mujeres dirían que sí.
Desde el momento que nos casamos aprendemos que la comunicación entre nosotros y nuestros esposos es esencial para un matrimonio fuerte y sólido.
Si no sabemos lo que el otro piensa, la vida matrimonial se hace un gran obstáculo, llena de misterios, secretos y mucho enojo. Pero, cómo hacer saber a los demás qué es lo que pensamos y sentimos es algo digno de considerar, generalmente acabamos diciendo lo que pensamos y ya. Pero, a veces el tema requiere tacto, delicadeza y propiedad.
La comunicación exitosa requiere que sepamos cómo decir lo que queremos decir. Requiere más esfuerzo de nuestra parte para que el mensaje llegue a destino como se deseaba. Si se lo hace mal es motivo para que empiecen muchas discusiones maritales. Üna persona dice algo a otra, pero no se expresa bien; entonces, antes que se den cuenta, una pelea surge y el mensaje original se perdió ante lo nuevo que surgió.
Debes estar dispuesta
Mucho de lo efectiva que puede ser nuestra comunicación depende del tono que usemos. Si estamos enojados y decimos algo con enojo, nuestras palabras reflejarán nuestra ira y las cosas no se atenderán como quisimos. Así también, si estamos en tono jovial y debemos decir algo importante o sensible, tenemos más chances de que lo que digamos salga mejor expresado y sea mejor recibido. Üna actitud positiva pone las ideas claras, y el mensaje tendrá mejor oportunidad de ser bien recibido.
No es siempre fácil salir de una discusión, pero sí es fácil evitar una antes que surja. Si sientes que estás perdiendo el control y estás discutiendo algo importante con tu esposo, pues es mejor que pospongas la discusión hasta que estén de mejor talante. És tan fácil como decir “no puedo hablar de ello ahora”, y evitarlo. Más tarde, cuando hayas meditado sobre la discusión y tu posición en ella, puedes acercarte a tu esposo y decirle: “necesito hablarte sobre…”, y reiniciar tu discusión así.
Piensa en cómo manejaríamos una situación laboral. Pensamos bien nuestro punto de vista y hacemos declaraciones precisas. ¿Nos arriesgaríamos acaso a entrar en la oficina de nuestro jefe sin tener bien claro que le diremos? ¿No anticipamos acaso qué nos podría responder? Lo mismo debe ser con nuestra vida familiar. ¿Por qué no prestar igualmente atención a nuestros esposos? Éllos merecen la misma proporción de cortesía y piedad.
La clave para una buena comunicación con nuestros esposos es entender su carácter lo suficiente como para predecir, hasta cierto punto, cómo reaccionarán a las palabras que elegimos. Generalmente, es la forma de expresarse la que crea o anula la comunicación. Piensa en cómo les decimos a nuestros esposos qué hay de cenar y cómo les decimos que deberíamos cenar afuera. Cuando hablamos con él de cualquier cosa podemos interrumpir y decirle: “Tendremos carne para cenar, ¿a qué hora llegas?” Pero si decidimos no cocinar ese día le llamamos y decimos: “Cariño… estaba pensando… ¿podríamos salir a cenar fuera hoy?”
Sé respetuosa y no resentida
Saber cómo decir lo que quieres decir y cuándo decirlo es igual de importante. Pero lo más importante es que, a pesar de lo que vayamos a decir, debemos mantener siempre un grado de respeto por nosotras y nuestros esposos. Ésto significa que debemos evitar insultar y elevar la voz. Si podemos sostener una discusión como un adulto, podemos esperar ser escuchadas y tomadas en cuenta. Si empezamos a gritar, no solo se enojará también nuestro esposo, sino que lo que queríamos decir se perderá en la pelea.
La forma más efectiva para mantener abiertas las puertas de la comunicación es considerar, aunque sea por un momento, qué diremos y cómo lo diremos antes de decirlo. És como hablar con un extranjero. Si estas hablando con quien no habla español como tú, elegirás cada palabra cuidadosamente. Inténtalo la próxima vez que tengas una discusión con tu esposo. Después que él reciba tu hablar pausado y expresión clara, verás que probablemente ambos podrán entenderse mejor mutuamente.