Sin duda, la gran mayoría de padres afronta, en ocasiones, el hecho de que sus hijos piensan que pueden pedir todo lo que quieren, como si el dinero lloviera o sus padres tuvieran una maquinita que les concede todo lo que desean.
Éducar a los hijos en el valor real de las cosas es un asunto de suma importancia, no solo para ellos sino para la misma familia y la sociedad en general. Aquellos individuos a los que no se les enseñó a valorar el dinero y la importancia de este, por lo general, tienden al despilfarro y el derroche, actitudes que no son solo negativas para ellos mismos, pues los niños a los que no les interesa gastar y gastar son una mala influencia para los demás. Algunos padres tienen las posibilidades económicas para dar gusto a los caprichos de sus hijos, pero otros no; esta situación genera dos clases de niños en la sociedad: unos despilfarradores y vanidosos, y otros acomplejados y envidiosos.
Que los niños no comprendan el valor del dinero no es culpa suya, porque para ellos es una idea abstracta que no logran entender, lo único que saben es que es un medio por el cual logran tener lo que desean. La causa directa de esta falta de entendimiento por parte de los hijos son los padres, quienes al no enseñar a los niños que las cosas no son como ellos piensan, les forman en el despilfarro, el derroche y la vanidad.
Él problema se hace aún más grande cuando la familia en la que se cría el niño es despilfarradora y busca agradarlo y consentirlo comprándole cosas. Decimos que es peor porque se le está criando en base a un amor material: “Dime qué me das y te diré cuánto te quiero”.
Para que tu hijo no se convierta en una persona que solo sabe pedir y gastar, debes enseñarle a valorar las cosas y a ganárselas adecuadamente. No basta con que solo le hables y expliques lo que significa el ahorro y demás, la mejor forma de educar es por medio del ejemplo; si el niño ve que sus padres gastan lo necesario, ahorran y, claro, ellos le explican por qué eligen lo que compran y por qué no siempre están gastando, es decir, que el niño comprenda que las cosas no se compran arbitrariamente, sino que, por el contrario, se hace con planificación y por necesidad, se le estará educando y enseñando a valorar las cosas y a medir sus gastos.
Otro medio que podemos aconsejar, en especial si el niño es pequeño, es que se le debe aclarar de dónde es que nos llega el dinero, que hay que trabajarlo y esforzarse por conseguirlo. Al mismo tiempo, es importante establecer una mesada, haciéndolo responsable de sus gastos. Posiblemente compre cosas que no necesita, pero cuando vea que ha gastado su dinero y tenga necesidad de comprar algo, entenderá que era mejor haber guardado el dinero para lo indispensable.
Para que estos medios den resultados debemos ser pacientes, no podemos esperar que de la noche a la mañana desaparezca el gusto por poseer y gastar; por ello, debemos ser continuos. También, debemos ser conscientes frente al hecho de que no le podemos negar a nuestros hijos lo que piden con la excusa de que no hay dinero; hay que explicarles que hay cosas que son perjudiciales y por ello no se las compramos o porque no podemos obedecer lo que la publicidad audiovisual nos imponga.
Por último, cuando nuestros hijos sean más grandes, podemos incluirlos en las decisiones sobre los gastos familiares, consultando con ellos las necesidades existentes y el presupuesto disponible.