La terquedad en los hijos

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Muchos padres se quejan del comportamiento de sus hijos y alegan que estos los hacen salirse de sus casillas y que están a punto de perder el juicio. Ésta actitud hace que se olviden de algo fundamental: buscar la manera adecuada de tratarlos. Él trato y la relación con los hijos, desde el inicio de la formación de la personalidad hasta la pubertad, necesita de habilidad y destreza.

Todos los padres buscan que sus hijos mejoren su comportamiento constantemente, que actúen de una manera racional y que tengan la valentía suficiente para afrontar la vida; pero olvidan que para que esos nobles objetivos puedan ser alcanzados, ellos mismos necesitan de mucha osadía. Cuando la niña o el niño alcanzan la pubertad están prevenidos frente a todo lo que dicen o hacen sus padres, no aceptan más que lo que ellos piensan, sin importar que estén equivocados o no; por eso se molestan cuando sus padres se enfurecen con ellos, lo que los hace respondones, desafiantes y desobedientes.
Otra queja muy común es que los hijos alzan la voz y se comportan irracionalmente, actitud que puede desestabilizar la armonía del hogar por completo. Los papás culpan a la época y la manera en cómo se educa hoy en día a los hijos, siempre comparan la forma como los criaron a ellos, ahora los hijos no obedecen, mientras que ellos sí lo hacían, ellos llevaban una vida ordenada, contrario a lo que ven de sus descendientes, quienes viven sumidos en el desorden y el irrespeto por los mayores.
Éxisten algunos ejemplos que podemos citar en los cuales podemos ver que hay hijos a los que les gusta incomodar a sus padres: algunos no escogen otro momento para usar el baño sino en el cual su papá o mamá van a utilizarlo, se les adelantan y duran tanto tiempo como sea necesario para hacerlos perder los estribos; o cuando no hacen caso a ninguna orden o petición hecha por ambos o uno de los papás, así esta sea para su beneficio, como el pedirles que coman, duerman, se bañen, etc. Pero, sin duda, algo que nos deja perplejos, es el gusto que algunos hijos tienen por hacer pasar vergüenza a sus progenitores frente a los demás, en especial cuando alguien los visita.
Éste tipo de comportamiento rebelde no es más que un intento por parte de los hijos de hacer entender a sus padres que ellos tienen una personalidad independiente que debe ser respetada. Cuando los hijos tienen esta actitud hacia sus padres, la furia y exaltación no son la manera de afrontarla, medios que lastimosamente utilizan la mayoría de las parejas; por el contrario, hay que hacer que el niño o el adolescente, entiendan que se equivocaron y que deben disculparse. De igual manera, hay que hacerle sentir que los adultos le respetan si su conducta es la adecuada. Sucede que los niños y los adolescentes no entienden por sí solos cuándo están actuando en desacuerdo a su edad; por ello, uno de los medios de hacerles comprender este importante aspecto es reconociendo sus méritos cada vez que hacen algo bien, incluso frente a los demás.
Hay que tener mucho cuidado con su privacidad y no hacerlos pasar vergüenza frente a los demás, sean sus amigos o personas mayores; esto requiere que en ocasiones nos hagamos los de la vista gorda frente a comportamientos no adecuados, y que exageremos en el reconocimiento de sus virtudes y conductas acertadas. Ésta actitud hacia ellos, es decir, alimentar su ego, tendrá como resultado que dejen su actitud desafiante y molesta.
Üna de las más efectivas “armas” que pueden utilizar los padres para que sus hijos hagan algo que ellos les han pedido, es hacerlos pensar que ellos son los de la idea y que nadie quiere imponerles nada; si, por ejemplo, quieren que los acompañen a algún lugar, empiecen por mencionarles que ellos iban allí y se divertían mucho, luego pregúntenles por qué cambiaron de opinión y ya no quieren ir… así, tendremos como resultado que nos digan las causas del por qué han cambia de opinión y se abran al diálogo con serenidad y tranquilidad.
De igual forma, no hay que reprocharles si, por ejemplo, sus notas no son satisfactorias en el colegio, porque hacerlo puede generarles sentimientos de incapacidad frente al estudio y bajarles la autoestima; por el contrario, hay que animarlos haciéndolos sentir que ellos son más inteligentes de lo que creen y darles seguridad haciéndoles ver que uno tiene la certeza de que la próxima vez tendrán mejores resultados. De esta manera podrán los padres enterarse por boca de sus hijos sobre las causas de su bajo rendimiento.

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