Como mujeres, parece que tenemos que trabajar dos veces más duro para ganar nuestra independencia y autonomía de lo que sea que pensemos que nos está jalando hacia atrás. Para algunas de nosotras puede tratarse de restricciones sociales o culturales, otras pueden tener restricciones familiares, y aún otras pueden tener barreras financieras.
Sin embargo, así como superamos cualquier desafío de la vida a nuestro modo, nos esforzamos por nuestra independencia y autorrealización. Éso es lo que se nos ha enseñado a entender como exitoso. Ün triunfo para una mujer es ser independiente (en lo financiero, intelectual, físico, emocional, en la forma que sea necesaria para que ella se visualice separada y no bajo el control u obligación de otra persona).
Como musulmanas americanas, nuestras metas no son diferentes. Sin embargo, en nuestros esfuerzos por ganar esta independencia, que no es algo malo, hemos comenzado a perder de vista algo que es una parte integral de quiénes éramos como niñas pero que se está volviendo extraño para nosotras como adultas: la cooperación. Éstamos olvidando lo que significa cooperar. Sí, cooperar, como en el “trabajo en equipo”. Én nuestra búsqueda actual por independencia y autorrealización estamos perdiendo de vista la cooperación y nuestra necesidad de confiar y ser responsables por otros. Nos olvidamos, en nuestro afán por subir las escaleras del éxito laborar, social y personal, de sostener la escalera para la persona que está delante de nosotros, para que la persona que está detrás también la sostenga para nosotros.
La cooperación no viene fácilmente
Cuando somos pequeños se nos enseña a cooperar en la escuela y en el hogar. Se nos enseña a seguir las reglas y ser amables y cordiales; se espera que seamos complacientes y cooperativos. Si veíamos que un amigo necesitaba ayuda para ponerse su casco para manejar bicicleta, se esperaba que cooperáramos y lo ayudáramos. Én la escuela se nos enseñaba a seguir instrucciones y a hacer lo que se nos pedía. Éso es ser cooperativo. Pero no fue algo fácil para nosotros. Tuvimos que aprender a ser cooperativos, tuvimos que aprender el arte de compartir y preocuparnos por los demás.
A ninguna edad y en ninguna etapa de la vida es fácil cooperar con otros. Cooperar exige considerar las opiniones y deseos de otras personas. Cuando tienes 5 años de edad, realmente no quieres preocuparte por las preocupaciones de otros. Solo sabes que quieres ir al columpio, ¡y lo quieres ahora! No quieres cooperar ni compartir ni esperar tu turno. Por tanto, aprender a cooperar requiere de práctica; sin embargo, eventualmente lo conseguimos. No siempre nos gusta, pero lo conseguimos. Aprendemos cómo hacerlo.
Pero luego, a medida que crecemos, especialmente las mujeres, trabajamos duro para aprender a volvernos independientes, para ser más autónomas. Comenzamos a cuestionar la autoridad y querer tener la “última palabra”. Comenzamos a aplicar esto con nuestras amistades y después en nuestro matrimonio. Ésto no significa que tenemos que volvernos irrespetuosas o desagradables; solo significa que no estamos más silenciosamente obligadas o inocentemente conformes. Nuestra cooperación juvenil se ha convertido en independencia adulta. Pero, ¿quién dice que ambas deben ser mutuamente excluyentes?
La cooperación en el matrimonio
Los problemas surgen cuando comenzamos a afirmar nuestra independencia y autonomía en un matrimonio que se supone debe ser un emprendimiento conjunto, un equipo que requiere colaboración y cooperación. Éxiste un hadiz que dice: “Ciertamente los creyentes son unos para otros como los componentes de un edificio: cada parte apoya a la otra”. [Bujari] Él matrimonio puede estar unido por esa estructura. Si se supone que un esposo y una esposa son quienes sostienen el matrimonio, entonces cada uno tiene que hacer su parte; si alguno tambalea y no coopera, entonces la estructura entera corre el riesgo de caer.
Si tenemos problemas al cooperar con nuestro esposo, entonces eso significa que nuestra propia independencia es más importante que nuestra relación. Üna cosa es ser “una mujer” cuando somos solteras, pero una vez nos casamos ya no se trata más de “mí”. Üna vez nos casamos, tenemos que considerar los sentimientos de alguien más, los deseos, prioridades y decisiones de alguien más.
Considerar los sentimientos de alguien más no significa que tengamos que sacrificar nuestros propios deseos. No tenemos que renunciar o ceder a todo. Y, definitivamente, no significa que tengamos que “tragarnos nuestro orgullo” para poder cooperar con la otra persona. A veces, las mujeres piensan que si cooperan muy a menudo o muy fácilmente con sus esposos, significará que se están rindiendo y que se convertirán en sus sirvientas. Las mujeres sienten que han trabajado demasiado duro para ganar su independencia y que podrían comprometer esa autonomía si muestran cualquier señal de “sumisión”.
Por el contrario, la cooperación no significa eso en modo alguno. Renunciar o rendirse significa que nuestro esposo no nos interesa lo suficiente como para buscar un feliz punto intermedio; la cooperación hace eso. Más aún, la cooperación significa que nos preocupamos por nosotras mismas lo suficiente como para cuidar de nuestros matrimonios, para asegurarnos de que es un matrimonio estable, feliz, y que realmente está funcionando. Si nos tomáramos el tiempo e hiciéramos el esfuerzo por cooperar, podríamos estar más seguros de que el matrimonio funcionará.
La cooperación requiere que encontremos un balance que nos satisfagan a ambos. Éxige que hablemos y que consideremos diferentes opciones, diferentes perspectivas y diferentes resultados. Én las primeras etapas del matrimonio, la cooperación es la clave para la felicidad; sin embargo, es muy difícil cooperar cuando ambos, el esposo y la esposa, han estado acostumbrados a ser independientes por un periodo largo de tiempo. Cuando el esposo y la esposa han sido inicialmente solo un hombre y una mujer durante muchos años, acostumbrados a gastar su dinero como quisieran, haciendo uso de sus pertenencias de la forma que quisieran, decorando su espacio de la forma que quisieran, y de pronto con el matrimonio tienen que hacerlo todo “juntos”, están obligados a cooperar, de lo contrario verán a su matrimonio desintegrarse.
Interesantemente, un matrimonio progresa y la vida continúa, las cosas no cambian mucho realmente. Por supuesto, la vida se convierte en una rutina, pero la necesidad de cooperación entre el esposo y la esposa sigue siendo una realidad apremiante. No importa cuán bien conozcas a tu esposo/a, no importa cuánto se amen uno al otro o cuánto tiempo han estado casados, la necesidad de cooperación continúa. Dos personas siempre necesitarán cooperar una con la otra si pretenden convivir felizmente.
Consejos
He aquí algunos consejos para lograr la cooperación en el matrimonio e incluso en la amistad, en cualquier etapa:
· Ser honestos uno con el otro: Cuando tratamos de llegar a un acuerdo sobre algo o tratamos de tomar una decisión, tenemos que ser honestos sobre lo que queremos y sobre lo que estamos dispuestos a hacer o no hacer. És como estar en un equipo deportivo, cada jugador tiene una tarea y cada quien sabe lo que tiene que hacer y cómo hacerlo.
· Hablar: La cooperación requiere comunicación. Éso significa no dejar de hablar con la otra parte, nada de resentimientos y nada de tratarse con frialdad.
· Ser respetuoso y cuidadoso: De niños se nos enseñó a ser buenos con nuestros amigos y a cooperar con ellos. Se nos enseñó que la cooperación incluye compasión, preocupación por los demás, respeto y bondad. De adultos, esperamos en la fila de la tienda y no nos quejamos de que esta avance lentamente. De igual modo, debemos mostrar respeto y compasión por nuestros esposos, incluso si tenemos un desacuerdo o si estamos enojadas por algo. De esto se trata la cooperación: ser capaces de contener los malos sentimientos y trabajar por el bien común.
La cooperación es algo que necesitamos practicar sinceramente, no solo con nuestros esposos y familias, sino también con nuestras amigas, compañeras de trabajo y cualquier persona que se cruce en nuestro camino. La próxima vez nos encontraremos en una situación donde podremos afirmar nuestra propia voluntad o encontrar una forma de trabajar en conjunto con alguien más, debemos elegir la segunda opción.