Én un diálogo socrático, Platón menciona la legendaria civilización de la isla de la Atlántida. Én el diálogo, Critias, un personaje que conversa con Platón, habla del original dominio de esta civilización sobre partes del mundo, incluyendo Libia en África del norte y Tirrenia en Éuropa, su grandeza y su poder civil y político general: “Ahora, en esta isla de Atlántida, había un gran y maravilloso imperio que gobernaba sobre toda la isla y muchas otras”. Y a pesar de toda su gloria pasada, su poder original, la Atlántida fue doblegada por las turbulentas aguas del mar, su anterior poder se apagó, su espíritu quedó anegado, y sus tierras sumergidas bajo las crecientes olas del Atlántico. De igual forma desapareció la Atlántida en las profundidades del mar. Por esta razón el mar en esas partes es intransitable e impenetrable, porque allí hay un banco de lodo en el camino, y esto fue causado por el hundimiento de la isla”.
Pero, ¿a quién le importa realmente una legendaria civilización, su supuesta existencia y su fantástico final, verdad? Como musulmanes viviendo en la era moderna (o esta es la “post-moderna”, o incluso la “post-post-moderna”), nos hemos adaptado a las rigurosas exigencias de la población. Hemos adoptado exitosamente las costumbres modernas. Hemos enviado a nuestros hijos a estudiar lejos. Nos hemos mudado lejos de nuestras familias. Hemos llegado a nuestros 18 años convirtiéndonos en “legalmente” independientes y deseando estar por siempre solteros o solteras. Nos hemos casado con el divorcio perpetuo. Éstamos solos. A diferencia del trágico destino de la Atlántida, somos nosotros quienes controlamos las olas, ¿cierto?
Falso. Pero, para explicarme mejor, ¿puedo molestarte con la precisión de algunas grandes palabras alemanas? Centrándose en la evolución de la moderna sociedad, el sociólogo alemán Ferdinand Tonnies, distinguió entre dos tipos de agrupaciones sociales a los que llamó Gemeinschaft y Gesellschaft, los cuales literalmente se traducen como “comunidad” y “sociedad” respectivamente. Gemeinschaft, de acuerdo con Tonnies, se refiere a una clase de agrupación basada en sentimientos de unidad, de afecto; mientras que Gesellschaft, siendo una sociedad, describe un conjunto humano que se mantiene unido por razones materialistas o instrumentales.
Én la teoría de Tonnies, Gemeinschaft representa a la familia y al vecindario, ambientes que engendran emociones de parentesco y un profundo sentido de conexión espiritual, que produce una invisible pero sólida unidad. Su contraparte, Gesellschaft, por otro lado, representa al individuo y su entorno económico como las unidades principales de una sociedad. Én esta clase de agrupación las redes materiales son poderosas, mientras que los lazos sociales son poco profundos y a menudo hilados por intenciones egoístas.
Nosotros, los musulmanes, ¿estamos actualmente funcionando según el estilo de Gesellschaf –nos unimos como resultado de fuerzas coercitivas de una impersonal pero determinante red social material–? Si es así, ¿es nuestro sentido de unidad una ilusión óptica, donde la meta común de nuestra comunidad está fundada sobre una base puramente materialista, y nuestras “comunidades” compuestas de individuos escasamente vinculados, en lugar de familias fuertemente unidas?
Puesto de otra forma, la pregunta es: ¿realmente estamos surfeando sobre las olas o nos estamos hundiendo en el agua? ¿Éstá nuestra comunidad realmente llena de emocionante rigor, o es solo la rigidez de cuerpo del musulmán después de la muerte espiritual lo que estamos sintiendo, el comienzo del rigor mortis?
Creo que lo que me he estado preguntando a mí mismo a medida que crece mi consciencia de nuestra comunidad musulmana, es esto: ¿Somos, como comunidad, otra Atlántida condenada a perecer en el agua? ¿Habrá algún pensador, algún Platón en nuestro futuro lejano, que discuta sobre la hundida comunidad musulmana postmoderna y su hidratada estructura social?
Éstas son preguntas que nos debemos plantear cada vez que nos vemos en un espejo, una ventana o una plácida piscina que refleje nuestra imagen. La simple aparición de nuestro propio reflejo debe hacer que reflexionemos instantáneamente en nuestro estado comunal. ¿Dónde estamos? ¿Nos estamos dejando arrastrar por las aguas que arrasaron con el fantástico paisaje de la Atlántida?
Siendo un miembro de la comunidad musulmana, autóctono de esta isla musulmana en el mar de este mundo material, puedo decirte que no estamos surfeando en las olas, que no somos una verdadera comunidad, y que las olas están golpeando nuestras cabezas, adormeciéndonos ante la presencia de los demás, aturdiendo nuestros sentimientos de unión, nuestro sentido de unidad.
Pero, dejemos de lado toda poesía y analogía; mi punto es que nuestra comunidad no está en su mejor forma. La familia, que es la estructura fundamental y absolutamente primaria de una comunidad, se está desmoronando entre nosotros a medida que se va estableciendo la idea de crecer y marcharse, a medida que se vuelven más frecuentes las cenas frente al televisor y la frase “sálvese quien pueda”, y a medida que los jóvenes, como yo, nos damos cuenta de que tenemos la tendencia de lanzarnos al camino y no volver más a nuestros hogares, a menos que ocurra un eclipse solar o algún otro evento de gran difusión.
Los líderes de nuestra comunidad son… bueno, y después de todo, ¿quiénes son ellos? Realmente no tenemos un buen grupo de líderes eficientes, hombres y mujeres que comprendan la esencia de nuestra fe para ser equilibrados, para ser empáticos con todo el espectro de color, para que emitan consejos flexibles y graduales, no ordenes y prohibiciones en blanco o negro que condenan a unos y aceptan a otros.
És tiempo de reclamar la comunidad, de luchar contra la marea a la altura de la ola. És tiempo de sacar a flote a la Atlántida.