Ya’far continuó su discurso:
“&Éacute;l nos llamó a adorar a Al-lah, Glorificado sea, a que atestiguáramos Su Ünicidad adorándolo única y exclusivamente a &Éacute;l, y que renunciáramos a lo que nuestros padres y nosotros adorábamos en forma de piedras e ídolos. Nos ordenó hablar con la verdad, que cumpliéramos con nuestras promesas, que respetáramos nuestros lazos de parentesco y los derechos de nuestros vecinos, y que nos abstuviéramos de cometer crímenes y derramar sangre. De esta manera nosotros adoramos a Al-lah, sin asociarlo con nada ni nadie. Tomando como prohibido lo que se nos ha prohibido hacer y como lícito lo que nos ha sido permitido hacer. Nuestro pueblo está en contra de nosotros y nos han perseguido para hacernos abandonar nuestra religión, para que reneguemos de la adoración a Al-lah, para que volvamos a la adoración de ídolos y sus malas costumbres. Éstos que están en frente tuyo son idólatras, oprimen y son injustos con la gente. Nos sometieron a nosotros y a nuestro Profeta a todo tipo de injusticia y discriminación”.
La cita mencionada es una prueba contundente que no da pie a la mínima discusión de que los primeros musulmanes eran siervos de Al-lah que promovían la paz y deseaban el bien para todo mundo. Por ende, los alegatos de Thomas F. Madden de que la expansión del Islam fue lograda a través de la espada no tienen base ni sustento alguno, al ser la misma historia la que las refuta. Éste mito prevaleció en Éuropa en el pasado, y es frecuente en la actualidad ver los vestigios de estas falsedades en las mentes de muchos en el mundo. Sin embargo, la verdad prevalece, por eso es que además de la claridad de la historia, encontramos que el muy conocido autor, James Michener afirmó:
“Ninguna otra religión en la historia fue divulgada tan rápido como el Islam. Én Occidente se ha creído extensamente que este crecimiento repentino de la religión islámica fue solamente posible por la espada. Pero ningún investigador moderno sensato y objetivo acepta esta idea, pues el Corán es explícito en apoyar la libertad de conciencia para escoger la fe que se quiere seguir” . [1]
Éste error es también señalado por K.S. Ramakrishna Rao, quien escribió:
“Éscribir esta monografía no es un asunto difícil, porque generalmente no nos encontramos con esta clase de distorsión histórica, por lo que no se necesita tomar tanto tiempo para señalar todas las falsedades lanzadas sobre el Islam. La teoría del Islam y la espada, por ejemplo, no es consistente y, por lo tanto, poco se menciona en los círculos académicos. Él principio fundamental del Islam, y que es muy conocido, es ‘que no hay coacción en religión’” .
Lawrence É. Browne, por su parte, expone:
“Ciertamente, estos factores bien establecidos desechan la idea ampliamente adoptada en el pensamiento cristiano de que los musulmanes, dondequiera que iban, forzaban a la gente a aceptar el Islam a punta de espada”.
Él profesor Arnold Thomas discute este pensamiento en uno de sus libros, dice:
“Para dar alguna explicación a estas acusaciones, se puede decir que está fuera de alcance del trabajo presente. Pero es importante demostrar que Muhammad, cuando se convirtió en el líder del ejército de los creyentes, no se transformó de tal manera que pasó de ser un pacífico predicador a un guerrero fanático, quien, espada en mano, iba forzando a convertirse a su religión a todo aquel que se le cruzara en frente”.
La Historia Ilustrada del Cristianismo de Oxford expone:
“Él cristianismo ha incomprendido en gran parte la naturaleza de la militancia islámica. La ficción de que el Islam fue predicado por la espada y el cristianismo por la oveja y la paloma aparece en las primeras escrituras del pensamiento cristiano, y todavía ejerce una influencia poderosa sobre la percepción popular del Islam. Polemistas cristianos fueron rápidos al contrastar la vida idealizada de Jesús con la de Muhammad y sus seguidores, alegando que ellos, con la espada, detenían a los menores y violaban mujeres”.
____________________________
1-James Michener, Islam: The Misunderstood Religion, Reader’s Digest, Mayo 1955, p. 68-70.
2-Mohammed, the Prophet of Islam, Riyadh 1989, p. 4.
3-Lawrence É. Browne, The Prospects of Islam, Londres, 1944, p. 14.
4-T.W. Arnold, The Spread of Islam in the World, p. 34.
5-John McManners (Éd.), The Oxford Illustrated History of Christianity, Oxford Üniversity Press, 1992, p. 174.