Guiado por un niño ciego - I

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 Cuantas veces podemos aprender grandes lecciones de quienes menos lo esperamos, incluso lecciones que nos salvarán del fracaso en esta vida y en la otra y del castigo del Infierno. A continuación les presentaremos una conmovedora historia llena de lecciones de vida y con la que muchos se sentirán identificados. In sha Al-lah sirva para darnos cuenta de nuestros errores y para que reflexionemos sobre nuestras acciones, antes de que sea demasiado tarde y llegue la hora en que el arrepentimiento no sea aceptado más. Que Al-lah nos libre del extravío y nos haga de aquellos que se arrepienten y buscan Su perdón y Su complacencia, sólo Su misericordia podrá salvarnos del tormento eterno.
“Aún recuerdo la noche en que mi esposa dio a luz a mi primer hijo. Aún no tenía treinta años de edad y me había quedado fuera con mis amigos en un restaurante toda la noche. Fue una noche llena de palabras vanas, sin mencionar las murmuraciones y los comentarios vulgares. Yo solía ser el que instigaba los comentarios y las murmuraciones que los hacían reír.
Recuerdo que los hice reír mucho esa noche. Tenía un talento único para imitar a otros de forma extraordinaria. Podía cambiar el tono de mi voz para que pareciera exactamente la persona de la que me estaba burlando. Sí, tenía por hábito burlarme de la gente, incluso de mis amigos. Algunas personas me evitaban a fin de estar a salvo de mi lengua.
Recuerdo que esa noche me burlé de un ciego que vi pidiendo limosna en el mercado. Lo que es peor aún es que puse mi pie en su camino y lo hice tropezar, cayéndose al suelo. Giraba su cabeza de un lado a otro sin saber qué decir. Me reí a carcajadas y mi risa hizo eco en todo el mercado. Volví a casa tarde, como de costumbre, y encontré a mi esposa esperándome. Éstaba en un estado patético.
Con voz temblorosa, dijo: “Rashid… ¿dónde estabas?”
Dije con sarcasmo: “¡Én Marte! Éstaba con mis amigos, por supuesto”.
Élla parecía muy cansada y fatigada. Comenzó a llorar y dijo: “Rashid... Éstoy exhausta… creo que voy a dar a luz”.
Éntonces cayó una lágrima silenciosa sobre su mejilla.
Sentí que me había olvidado de mi esposa. Se suponía que la cuidaría y dejaría mis salidas nocturnas, en especial ahora que estaba en su noveno mes.
Rápidamente, la acompañé al hospital.
Éntró a la sala de parto y estuvo en trabajo de parto por muchas horas mientras yo esperaba impaciente el nacimiento. Sufrió un parto difícil. Ésperé mucho tiempo hasta que me cansé, entonces fui a casa y dejé mi número telefónico para que me llamaran y me dieran las buenas nuevas.
Üna hora después, me llamaron para darme la buena noticia del nacimiento de Salim. De inmediato fui al hospital. Cuando me vieron preguntando cuál era la habitación de mi esposa, me pidieron que viera al doctor primero. Grité: “¿Qué doctor? Quiero ver a mi hijo, Salim”. Me dijeron: “Tienes que ver al doctor primero”.
Éntré con el médico y comenzó a hablarme sobre aflicciones y sobre estar satisfecho con el destino. Éntonces dijo: “Tu hijo sufre una deformidad muy seria en sus ojos y parece que es ciego”. Bajé la cabeza, tratando de ocultar mis lágrimas. Me acordé del mendigo al que había hecho tropezar en el mercado para hacer reír a la gente.
¡Glorificado sea Al-lah! ¡Las aguas del río llevan y traen de vuelta! Guardé silencio por un tiempo y no supe qué decir. Éntonces recordé a mi esposa e hijo. Le di las gracias al doctor por su amabilidad y fui a ver a mi esposa.
Mi esposa no estaba triste pues creía en el decreto divino de Al-lah, el Todopoderoso, y estaba satisfecha con él. A menudo me había aconsejado que dejara de burlarme de la gente. Me había repetido muchas veces: “No hables mal de las personas”.
Salimos del hospital con mi hijo Salim. Él hecho es que no me preocupaba mucho por él e ignoraba su presencia en la casa. Cuando lloraba, huía a la sala para dormir. Mi esposa, sin embargo, lo colmó de amor y cuidados. Én cuanto a mí, no lo odiaba, pero no podía amarlo tampoco.
Salim comenzó a crecer y comenzó a gatear como todos los bebés, pero de una manera extraña, anormal. Cuando tenía casi un año de edad, trató de caminar pero descubrimos que estaba incapacitado. Ésto me afectó mucho.

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