Si llego a Ramadán, ¡Al-lah verá lo que hago! - II

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 Én este punto, nuestro hermano empezó a tener sentimientos encontrados y surgieron muchas preguntas en su mente. Pensó: estos son mis amigos, con los que pasé mi tiempo en actividades inútiles, e incluso a veces, en lo que Al-lah, el Todopoderoso, ha prohibido. ¿Por qué sonríen? ¿Sonríen por haberse librado de Ramadán? ¿Por qué están sonriendo? ¿Sonríen porque ahora pueden dar rienda suelta a sus deseos? ¿Sonríen porque están usando ropa nueva? Én ese momento, recordó las palabras que escuchó en el Jutbah del ‘Id del año anterior:
“Él ‘Id no es para aquel que se ha puesto ropas nuevas, sino para aquel con quien el Señor está complacido, y ha sido salvado de un castigo severo”.


Reflexionó sobre esos pensamientos mientras contemplaba a los siervos piadosos a su alrededor. Recordó algo que había leído antes en un libro, que los piadosos siempre disfrutan el ‘Id debido al favor que Al-lah, el Todopoderoso, ha perfeccionado sobre ellos al completarse el mes, con la esperanza de que el Señor Generoso lo acepte de ellos. También recordó las palabras que escuchó del Imam de la mezquita, que el Imam Yahia ibn Abi Kazir, que Al-lah lo tenga en Su misericordia, solía decir a la llegada del mes de Ramadán:


“¡Oh, Al-lah! Protégeme hasta Ramadán, haz Ramadán intachable para mí, y recíbelo de mí con aceptación”.


Así, nuestro compañero salió del lugar de la oración del ‘Id prometiéndose a sí mismo: “Si Al-lah me hace vivir hasta el próximo Ramadán, ¡Al-lah, el Altísimo, verá lo que voy a hacer! Voy a probar el mismo placer del esfuerzo de los creyentes piadosos”.


De hecho, estos sentimientos hacen eco en cada creyente que percibe los méritos y el estatus de este mes sagrado ante los ojos de Al-lah, Glorificado sea.


Los creyentes están llenos de nostalgia por el mes cuando este se marcha, en especial cuando escuchan la declaración de nuestro amado Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “A aquel que observa el ayuno de Ramadán con fe sincera y esperando la recompensa del mismo proveniente de Al-lah, se le perdonarán sus pecados anteriores; y a aquel que se levanta (por la noche para orar) durante Ramadán con fe sincera, y esperando la recompensa de ello proveniente de Al-lah, sus pecados anteriores le serán perdonados; y a aquel que se levanta (en oración) durante la noche de Al Qader con fe sincera y esperando la recompensa por ello proveniente de Al-lah, sus pecados anteriores le serán perdonados” .


¿Podríamos culpar a esa persona por su anhelo cuando escucha el hadiz del Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “Cuando (el mes de) Ramadán llega, todas las puertas del Paraíso se abren, todas las puertas del Infierno se cierran, y los demonios son encadenados con grilletes” ?


¿Quién podría culparlo por su anhelo, cuando escucha que el Mensajero de Al-lah, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Aquel que recita el Noble Corán tendrá hasta diez obras buenas por cada letra” ? Sabiendo que el Noble Corán consiste de alrededor de 300.000 letras, casi tres millones de buenas acciones le esperan al creyente cada vez que termina la recitación del Corán, y la generosidad de Al-lah es tan amplia y extensa que no puede enumerarse o calcularse. Y tomando en cuenta que cada buena obra se multiplica hasta 700 veces durante Ramadán, ¿quién puede contar todo eso?


Pedimos a Al-lah, Glorificado sea, que nos permita llegar al próximo Ramadán y seamos capaces de aprovechar todas sus bendiciones, que no desperdiciemos la gran oportunidad de liberarnos de los muchos pecados que comentemos a lo largo del año, que Al-lah, el Todopoderoso, ablande nuestros corazones para no dejar pasar otro Ramadán sin haber experimentado la verdadera dulzura de ese tiempo de misericordia y perdón, como &Éacute;l, Glorificado sea, mencionó en el Corán (lo que se interpreta en español): {¡Oh, creyentes! Se os prescribió el ayuno al igual que a quienes os precedieron para que alcancéis la piedad.} [Corán 2:183]


Pedimos a Al-lah, el Todopoderoso, el mas Generoso, el Señor del universo, que nos confiera el favor de utilizar nuestra vida en lo que Lo complace, y que no nos prive de Su bondad debido a nuestros pecados y malas obras. Én verdad, mi Señor es sutil en Su voluntad. Ciertamente, &Éacute;l es el Omnisciente, el Sabio.

 

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