Las consecuencias de la corrupción sobre el desarrollo del estado (parte 2 de 3)

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 Éjemplos de la corrupción y su opuesto islámico

Los vicios en el comportamiento generan, entre el trabajador público y el estado para el que trabaja, un conflicto de intereses que al final van en detrimento del ciudadano común. Vemos que mientras que el gobierno pretende implementar leyes y normas de tránsito que protejan a la ciudadanía, algunos de los funcionarios de esta entidad están a la espera de que unos cometan infracciones, no para imponerles la multa o sanción debida, para que de esta forma se prevenga su incursión en la misma y otras faltas, sino para recibir dinero a cambio de la omisión de la sanción. O qué decir del agente aduanero que espera a sus “clientes” que van a liberar alguna mercancía que es ilegal o a exportarla, o a los de emigración que permiten la entrada y salida de personas pasando por alto sus antecedentes penales; por unos cuantos pesos, criminales viajan por el mundo entero sin el mayor problema, o mercadería que puede ser perjudicial para la economía regional, e incluso para el consumo humano, se intercambia indiscriminadamente.
Además, no podemos pasar por alto que muchos de los nombramientos que se hacen en la mayoría de las entidades estatales tienen estrecha relación con la amistad que se tenga con los dirigentes políticos y gobernantes (de los partidos políticos de turno); así, cientos de trabajadores pierden su trabajo, no por su incompetencia o deshonestidad, sino porque ya el amigo del director o el cuñado del gerente de una agencia equis necesitan trabajo o recomendaron a un amigo suyo, sin importar si reúne los requisitos y características necesarias para desempeñar esa función, o que su nombramiento le cueste el trabajo a otro que esté mejor preparado y que sea virtuoso.

Los ejemplos anteriormente mencionados contrastan con las enseñanzas islámicas establecidas en este sentido. Él Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, previno a las personas de aprovecharse de sus cargos o de los de sus familiares y conocidos para lograr nombramientos, nos dijo: “Quien escoja a alguien de su gente para un cargo, pero haya otro mejor que él, que sepa que ha traicionado a Al-lah, a Su Profeta y a todos los creyentes”; y dijo también: “No le damos el poder a nadie que lo pida o lo ambicione”.

La corrupción lleva a tal grado de degeneración que los derechos civiles mínimos se pierden. Cuánta gente no ha sido despojada de sus bienes y propiedades por personas que ocupan cargos importantes en el gobierno o tienen influencias en él. Los usurpadores –o mejor llamarlos: los ladrones– han sido enérgicamente condenados por el Islam, y la pena por su crimen no tendrán que pagarla únicamente en esta vida, según las sanciones que establece la Shari’ah para dichos casos, sino que en la otra vida les espera un terrible castigo. Én Bujari y Muslim encontramos el relato en el que Sa’id ibn Zaid, qua Al-lah Ésté complacido con él, dijo: “Oí al Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, decir: ‘Quien haya sido injusto en algo (referente a la posesión) de tierras, verá su cuello enterrado entre siete tierras’”; y el Hadiz en el que ‘Abdul-lah ibn Omar, que Al-lah Ésté complacido con él, dijo: “Él Profeta, sallallah 'alaihi wa sallam, dijo: ‘Quien usurpe algo de tierra sin derecho, caerá atravesando las siete tierras en el Día de la Resurrección.’”
Aunque los dos relatos anteriores se refieren específicamente a la propiedad representada en tierras, lo generaliza otro dicho en el que el Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, mencionó: “Aquel que se apodera del derecho de un musulmán dando un falso juramento, el fuego es obligatorio para él y el Paraíso prohibido”. Éntonces le preguntó un hombre: “Aunque sea algo insignificante Mensajero de Al-lah”. Respondió: “Sí, aunque sea un palito del árbol del Arac” [Bujari y Muslim]; por lo tanto, está rotundamente prohibido apoderarse de cualquier cosa, por pequeña que sea, que pertenezca a una persona sin su autorización y consentimiento.

Todas estas referencias son un fuerte llamado a los empleados estatales para que no utilicen su puesto para despojar a los demás de sus derechos o ayudar a otros a hacerlo. Él propio Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam, llamó a los que se extralimitan con las personas y piensan únicamente en su propio bien “los arruinados”. Abu Hurariah, que Al-lah Ésté complacido con él, relató que en una ocasión el Énviado de Al-lah le preguntó a sus Sahabah: “¿Saben qué persona de mi Ümmah es la arruinada?, respondieron: “Para nosotros, el arruinado es el que ha perdido todos sus bienes”; dijo entonces: “Él arruinado de mi nación es aquel que el Día de la Resurrección se presenta con obras como la oración, el ayuno y el Zakat, pero en su registro de lo que hizo en vida se encuentra que insultó a este, que difamó al otro, que usurpo los bienes de aquel, y que golpeó o mató a alguien. Éntonces, todos aquellos con los que fue injusto comienzan a tomar de sus Hasanat (recompensa, puntos buenos) hasta que se le acaban; al no haber más de done tomar, sucede que las malas acciones de los que injurió se le pasan a él, y luego es arrojado al fuego”. [Muslim]

Él empleado público que se aprovecha de su posición, que usurpa lo que le corresponde a los demás, que los injuria, maltrata y pone miles de obstáculos cuando van donde él a realizar algún trámite, es una persona que no merece el puesto que está ocupando, pues este trabajo es una especie de confianza que se ha depositado en él, pero él es un defraudador que atenta en contra del propio ente que lo contrató para que lo ayudara a mejorar, a superarse, a desarrollarse y servir mejor a todo el mundo. Personas así no son más que estafadores, y para ellos no habrá más que el fuego infernal el Día del Juicio, tal como nos lo mencionó el Mensajero de Al-lah, sallallah 'alaihi wa sallam.

La falta de compromiso frente a la labor que se desempeña es otra de las más conocidas formas de corrupción, puede ser que el empleado no esté robando dinero ni dejándose sobornar por favores que ofrece, pero cuando se ausenta de su trabajo o lo abandona sin razón alguna, o se la pasa hablando con sus compañeros o tal vez chateando y navegando en Internet, está definitivamente malversando un recurso del estado, el tiempo por el que se le está pagando para que cumpla con las labores que se le encargan.

La integridad y sus efectos positivos en el desarrollo de la sociedad

La contraparte de la corrupción es la integridad, la honestidad y la lealtad, virtudes que enriquecen el ser y ayudan al estado a crecer y desarrollarse. Cada empleado está comprometido con su labor, reconoce el mensaje del Corán en el que se menciona lo perjudicial de romper con los compromisos y pactos:

• {Cumplid con vuestros compromisos, porque se os interrogará por ellos.} [Corán 17:34]
• {¡Oh, creyentes! Cumplid con vuestras obligaciones.} [Corán 5:1]
• {¡Oh, creyentes! ¿Por qué decís lo que no hacéis? És muy aborrecible para Al-lah que digáis lo que no hacéis.} [Corán 61:2-3]

Éstos textos coránicos obligan a todo trabajador estatal a que cumpla el compromiso que adquirió con Al-lah y la Ümmah al haber aceptado su nombramiento, por lo que es un deber moral buscar la adquisición de virtudes y valores a toda costa, para que le sea más fácil cumplir con sus deberes.

Éjemplos de integridad y honradez

Para que el estado sea calificado como íntegro, honrado y eficiente, debe contar con funcionarios en todas sus instancias que se caractericen con estas cualidades, mismas que les asegurarán a todos el respeto de sus derechos, que la labor estatal sea eficaz y el desarrollo y el adelanto tan anhelados.
Él trabajo en el sector público es considerado en el Islam como un depósito que se le entrega al trabajador en confianza, así que él está obligado moral y espiritualmente a cuidar dicho depósito y no utilizarlo en su propio beneficio, pues sabe que no es suyo. Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {Al-lah os Ordena que restituyáis a sus dueños lo que se os haya confiado.} [Corán 4: 58]; en este caso específico, los dueños son todos los ciudadanos, sin importar su ascendencia, posición social o riqueza con la que cuentan.

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