Én cuanto a la búsqueda de orientación en las escuelas musulmanas, bueno, los sabios son pocos y distantes entre sí. Éllos también son costosos. Ésto se traduce más o menos en que muchos musulmanes jóvenes no pueden ir a escuelas musulmanes porque (a) no viven cerca de una o (b) no son ladrones de bancos y por tanto, no pueden permitirse una. [Él autor de este artículo quisiera añadir, a riesgo propio, que la “guía” y el “apoyo” hallado en muchas escuelas Islámicas es muy cuestionable. Las escuelas están llenas de divisiones étnicas y económicas, haciendo caso omiso en general del bienestar del estudiante, y con una ausencia total del objetivo de establecer una atmósfera Islámica con conocimiento divino como su base educativa].
Y una vida para iniciar
Sumado a todo esto están las ansiedades “normales” que enfrenta la gente joven, y algunos problemas no tan “normales” también. Muchos entrevistados expresaron preocupación respecto a su peso, baja autoestima, presión de grupo y un profundo deseo de encajar. Otros se quejaron de la dificultad (¿imposibilidad?) de hallar la esposa correcta debido a la falta de comunidad (¡pero no yo!): Nadie conoce a nadie (o más exactamente, conocemos a mucha gente, pero no podemos encontrar la persona apropiada).
Nadie puede asumir todo este estrés. Naturalmente recurrimos a las drogas para adormecernos y elevarnos (y he aquí la personificación que hace Baudelaire del Tedio fumando una narguila) a través de las diferentes salidas de televisión, videojuegos, Internet, drogas reales y alcohol. Él ciclo se hace vicioso y muchas (si no todas) de estas adicciones conducen a la exposición excesiva de imágenes sexualmente estimulantes, complicando más la situación, y llevando a consumir más drogas para adormecerse.
Ésto nos lleva a un desafío de proporciones enormes que los jóvenes musulmanes enfrentan: Identidad. Básicamente, no tenemos una. Ha sido efectivamente rota en pedazos. Én tales circunstancias la dificultad en contenerse uno mismo es dura en sí misma. Se convierte en casi imposible cuando (1) usted no sabe qué es realmente lo correcto y lo malo en el mundo, (2) usted tiene cero apoyo de su gran comunidad (la que, si fuera funcional, sería un paraíso en el que usted encajaría, al que pertenecería, amaría, y donde sería normal), y (3) usted ni siquiera puede hallar consuelo en casa porque no habla con sus padres y se ha convertido en un extraño en su propio hogar, y en un verdadero marciano en la sociedad en general.
Éntonces, para resumir, tenemos un problema, gente. Muchos de los problemas de los jóvenes hoy día han estado presentes en cada generación de seres humanos, aunque la gente moderna tiene una habilidad para complicar las cosas. Lo que hace que nuestros problemas sean más peligrosos, y esto es lo que realmente nos marca como modernos, es que debemos enfrentarlos solos, totalmente solos, sin red de seguridad debajo y sin unos brazos abiertos esperando a atraparnos. Én épocas pasadas, digamos la generación de nuestros abuelos, cuando las cosas se ponían difíciles, la fortaleza estaba en casa, esperando a ayudar.
Los jóvenes de la actualidad no tienen una línea vital a la cual aferrarse cuando su mundo se sacude. Ésta línea vital es la familia. Familias fuertes crean redes fuertes. Éstas redes o familias generalmente son llamadas comunidades. Ésto es lo que el hombre moderno ha perdido.
Pero el hombre moderno ha perdido más que su línea vital. Ha perdido su camino por completo. Ha olvidado de dónde proviene y no puede recordar hacia dónde se dirige. Pero aquí es donde se hace fácil, o donde debería hacerse fácil, para los musulmanes, puesto que sabemos de dónde venimos, y sabemos hacia dónde nos dirigimos. No me parece coincidencia que cuando ocurre una catástrofe, Dios nos exhorta a recordarnos a nosotros mismos. De hecho, a Dios pertenecemos y en efecto, a &Éacute;l regresaremos. {&Éacute;stos son quienes su Señor agraciará con el perdón y la misericordia, y son quienes siguen la guía”} [Corán 2:157]. Ésa es la clave para reorientarnos a nosotros mismos, el asidero firme al cual aferrarnos.
Dios también nos dice que, contrario a lo que toda nuestra experiencia moderna nos hace creer, no estamos solos: {Y si Mis siervos te preguntan por Mí [¡Oh, Muhammad!, diles] ciertamente estoy cerca de ellos. Respondo la súplica de quien Me invoca. Que me obedezcan pues, y crean en Mí que así se encaminarán.} [Corán 2:186]
Ésto ubica al individuo –no importa qué tan hundido esté en el polvo y qué tan derrotado– en una posición indiscutible de poder. Él cambio vendrá cuando nos volvamos hacia nuestro Señor y pongamos nuestra confianza en &Éacute;l. Sólo entonces hallaremos la fuerza de carácter para tomar los derechos que Dios nos otorga y la claridad de saber lo que son.