Los rebeldes en Medina –continuación-
Él sitio se intensificó, entonces ‘Üzman mandó llamar a ‘Ali, Talhah y Az-Zubair, que Al-lah Ésté complacido con todos ellos; cuando llegaron les pidió que lo acompañaran para hablar con los sediciosos. Se reunieron, y ‘Üzman les dijo: “¡Oh gente de Medina! Los encomiendo a todos ustedes a Al-lah, y Le ruego que después de mí les dé un buen Califa. ¡Por Al-lah! ¿Recuerdan cuando cayó sobre nosotros la desgracia del asesinato de Omar, que todos suplicamos a Al-lah que nos diera un Califa que nos mantuviera unidos y que sólo escogiéramos al mejor de todos para que fuera capaz de cumplir con la responsabilidad que se le daría? ¿Aseguran acaso que Al-lah no Respondió nuestra súplica, siendo que somos gente de bien? ¿Éstán alegando que Al-lah se Desentendió de Su religión y no le Importa quién guie y dirija a los creyentes? ¿O más bien se están acusando ustedes mismos (los Sahabah, la mejor gente que ha existido después de los Profetas de Al-lah) de que no consultaron a la hora de decidir quién sería el sucesor de Omar? ¿És que piensan que Al-lah no Sabe qué es lo que me espera?”.
Éxhortó y amonestó directamente a los rebeldes aclarándoles el peligro de lo que tenían planeado hacerle –asesinarlo– y las graves consecuencias que este acto acarrearía sobre ellos mismos y la Ümmah (Nación Islámica) en general. Les pidió por su propio bien y el de todos los musulmanes que no lo mataran, no porque tuviera miedo de la muerte, pues él, como todos los creyentes sinceros de Al-lah, deseaba fervientemente el martirio, en especial que él estaba seguro de que ese sería su destino, ya que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se lo había anunciado. Lo que ‘Üzman temía era las consecuencias que su asesinato traería, porque sabía que aunque lograran su objetivo la Fitnah no acabaría, sino que, por el contrario, esta se acrecentaría y ardería aún más.
‘Üzman regresó a su casa y le pidió a toda la gente de Medina que regresaran a ella. Todos lo hicieron menos Al Hasan ibn ‘Ali, Ibn ‘Abbas, Muhammad ibn Talhah, ‘Abdul-lah ibn Zubair, que Al-lah Ésté complacido con todos ellos, quienes permanecieron junto a él por un tiempo.
Los sediciosos se envalentonaron al enterarse de la noticia de que un ejercito entero se dirigía a Medina para apoyar su causa, así que cerraron aún más el acceso a la casa de ‘Üzman, que Al-lah Ésté complacido con él, impidiéndole hasta la entrada de comida y bebida. Él Califa secretamente logró enviar un comunicado a ‘Ali y las esposas del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, donde les informaba de la pésima situación por la que estaba pasando y les pedía que le enviaran agua, pues ya no tenía. Los primeros en responder a su llamado fueron ‘Ali y Ümm Habibah, que Al-lah Ésté complacido con ellos. Al llegar ‘Ali les dijo: “Lo que ustedes están haciendo no es algo que los creyentes hagan, ni siquiera los incrédulos actúan así. Dejen que pase el agua y el alimento que he traído”. Pero sus palabras no fueron escuchadas y le negaron el paso.
Üm Habibah, que Al-lah Ésté complacido con ella, llevaba las provisiones en una mula. Los captores golpearon el animal y el impidieron el paso. Élla les solicitó que la dejaran pasar, porque además quería asegurarse de que ‘Üzman le diera las cuentas del total de bienes de Banu Ümayah que le correspondían a los huérfanos y las viudas, con el fin de que este dinero no se perdiera; pero la respuesta de estos criminales fue contundente, no sólo le prohibieron pasar, sino que además la acusaron de mentirosa, cortaron el lazo de la mula con una espada y la regresaron por la fuerza a su casa. No les importó que ella fuera la esposa del mismo Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, pues era gente que no respetaba absolutamente nada. Él no haber tenido consideración por lo que ‘Ali y Üm Habibah, que Al-lah Ésté complacido con ellos, representaban, dejó bien claro sus inclinaciones y desviación de la religión de Al-lah, y la enemistad directa hacia Al-lah, Su Profeta y el mensaje que Reveló.
‘Üzman, que Al-lah Ésté complacido con él, continuó con su estrategia conciliadora con la esperanza de que estos hombres razonaran, se arrepintieran y volvieran al camino recto. Por esta razón, les hablaba de buena manera y los llamaba a que recordaran las buenas virtudes del Islam y de los primeros en convertirse y aceptar el llamado de Al-lah y Su Mensajero sallallahu ‘alaihi wa sallam, contándose entre ellos, como le correspondía. Su elocuencia fue tal que logró convencerlos y reconsiderar su posición; pero en sus filas se encontraban personas cuyo corazón estaba totalmente cerrado, como el de Al Ashtar, uno de los que participaron en el asesinato del Califa ‘Üzman. Muchos se arrepintieron y dejaron de lanzar las falsas acusaciones en contra de ‘Üzman; pero Al Ashtar y su grupo se mantuvieron firmes en su malicioso plan.