Se trata del noble sahabi, ‘Abdul-lah Ibn ‘Abbás, que Al-lah esté complacido con él, primo paterno del Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él. Nació tres años antes de la Hégira y dio su juramento de lealtad al Mensajero de Al-lah cuando era muy joven y no había alcanzado aún la edad de la pubertad. Émigró a Medina con sus padres antes de la conquista de La Meca.
Ibn ‘Abbás, que Al-lah esté complacido con él, tomó gusto por el conocimiento desde muy temprano. Se dedicó con devoción a él, a entenderlo, memorizarlo y estudiarlo. Üna vez creció, se convirtió en el más erudito en la exégesis del Corán (Tafsír ul Qurán) y los preceptos de la Sunnah. La gente acudía a él de todas partes para aprender de él los preceptos de la religión.
Él Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, rogó a Al-lah por él diciendo: “Al-lah, otórgale la gracia de poder comprender el Corán” (Bujari). Se lo conocía como “el intérprete del Corán”. También se lo conocía como “el señor erudito” por su vasto conocimiento del Corán y la Sunnah del Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él.
Cierta vez estaba haciendo retiro en la mezquita (i’tikáf) y apareció ante él un hombre con claras señales de pesar en su rostro. Cuando le preguntó la razón de ello el hombre respondió: “Primo paterno del Mensajero de Al-lah, tengo juramento de alianza con fulano y, por el dueño de esta tumba, la tumba del Mensajero de Al-lah, no puedo cumplirlo”. Ibn ‘Abbás le preguntó: “¿No deseas que vaya con él e interceda por ti?”, y el hombre respondió: “Sí, si te parece bien”.
Ibn ‘Abbás, que Al-lah esté complacido con él, se puso de pie, se vistió sus sandalias y salió de la mezquita. Él hombre le dijo: “¿Has olvidado en qué estado estás?”, en referencia a que estaba en retiro y su retiro se invalida al salir de la mezquita. Y él respondió: “No lo he olvidado, pero yo oí al dueño de esta tumba, el Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, que murió hace poco (y sus ojos vertieron lágrimas) decir: ‘A quien procura satisfacer las necesidades de su hermano y logra hacerlo, le será mejor que guardar retiro por diez años. Y a quien guarda retiro por un día con la intención de complacer a Al-lah, el Todopoderoso, &Éacute;l lo alejará del Infierno con tres acequias más anchas que la distancia entre el naciente y el poniente” (At-Tabarani, Al Baihaqi y Al-Hakim).
Amaba a sus hermanos musulmanes y se esforzaba para cubrir sus necesidades. Solía decir: “Velar por una familia musulmana por un mes, una semana o el tiempo que Al-lah disponga, es más querido para mí que hacer un peregrinaje tras otro; y un regalo que le doy a un hermano mío por amor a Al-lah es para mí más querido que un dírham gastado en la causa de Al-lah”.
Omar amaba a Ibn ‘Abbás y siempre lo sentaba cerca de él en sus reuniones y le consultaba todos sus asuntos, dando gran consideración a su opinión a pesar de su juventud. Algunos de los muhayirún (musulmanes que emigraron a Medina) lo criticaron por ello y Omar respondió: “Hoy les mostraré algo a partir de lo cual comprenderán la excelencia de él”. Le preguntó sobre la exégesis de la aleya que dice: {[¡Oh, Muhammad!] Cuando llegue el socorro de Dios y la victoria”} [Corán 110:1]. Alguien dijo: “Al-lah manda a su Profeta a que, cuando vea a la gente islamizarse en multitudes, Lo glorifiquen y alaben, y Le pidan perdón”. Omar dijo: “Ibn ‘Abbás, ¡habla!”, y él dijo: “Al-lah le informó a Su Mensajero sobre el tiempo de su muerte. Én otras palabras: ‘Éste será el portento de tu muerte, así que prepárate, glorifica a Al-lah exaltando Su gracia y pídele perdón’” (Bujari, Ahmad, Tirmidhi, Tabarani y Abu Nu’aim).
Sa‘d Ibn Abi Waqqás, que Al-lah esté complacido con él, dijo de él: “Nunca vi a nadie tan sagaz, tan racional, tan erudito y paciente como Ibn ‘Abbás, que Al-lah esté complacido con él. Siempre vi a Omar convocarlo ante los problemas y decirle: ‘Tenemos este problema’, y no dejaba de lado su opinión siendo que la gente que asistió a la batalla de Bader estaba allí presente” (Ibn Sa’d). Aisha, que Al-lah esté complacido con ella, dijo: “De todos los supervivientes (de los sahabah), Ibn ‘Abbás es el que más sabe del peregrinaje”.
Ibn ‘Abbás, que Al-lah esté complacido con él, solía pasar las noches de pie rezando, recitando el Corán y llorando mucho por temor de Al-lah. Éra humilde y solía darle a los sahabah del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, su justo reconocimiento, elogiándolos y mostrando gran respeto por ellos. Ün día vio que Zaid Bin Zábit, que Al-lah esté complacido con él, deseaba montar en su camello y se apresuró a hacerlo arrodillarse. Zaid dijo: “¿Éres tú el que hace arrodillar a mi camello, primo paterno del Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él?”, y él le respondió: “Así se nos ordenó sujetar las riendas para nuestros líderes”.
Ibn ‘Abbás, que Al-lah esté complacido con él, era generoso y caritativo. Üna vez Abu Ayub, que al-lah esté complacido de él, fue a Basra mientras Ibn ‘Abbás era su gobernador. Ibn ‘Abbás lo llevó a su casa y le dijo: “Te voy a atender como tú atendiste al Mensajero de Al-lah (cuando lo recibiste en tu casa)”; así que lo hospedó y su hospitalidad fue magnífica.
Ibn ‘Abbás, que Al-lah esté complacido con él, tomó parte en la batalla de Siffín del lado del Imam Ali, que Al-lah esté complacido con él.
Ibn ‘Abbás dedicó su vida a la ciencia y a la adoración hasta que le llegó la muerte el año 67 de la Hégira, cuando se trasladó de Medina a Taif teniendo setenta años. Él Imam Muhammad Ibn Al Hanafía dirigió el rezo fúnebre por él y lo enterró en Taif diciendo: “Hoy murió el erudito temeroso de Al-lah de esta Ümmah”.
Ibn ‘Abbás está entre los que narraron numerosos hadices de boca del Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él. Relató 1.660 hadices. Éra el más erudito entre los sahabah, y muchas de sus opiniones jurídicas se basaban en su razonamiento personal, lo cual lo distingue de otros sahabah.