Derecho a la defensa (parte 2)

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La gente que se apega a la falsedad vive en soberbia, dominio, división y disputa. Hacen que sus seguidores, a los que dominan, estén en la primera fila de la lucha en contra de la verdad y su gente, obligándolos a defender sus dioses e ideologías y a aferrarse a ellas, pese a que el llamado a la verdad está siempre presente como algo necesario, deseado y planeado, sin embargo ellos hacen lo mismo que aquellos que los precedieron, como el pueblo de Noé, de Zamud, del Faraón y todos aquellos que sembraron la injusticia en la Tierra, porque, como ya lo hemos referido, es una norma que constantemente se repite a lo largo de la historia. Conducir la lucha en defensa de la verdad es un arte que tiene sus normas y principios, por lo que en al cierre de las aleyas (de la sura Sad) Al-lah le pide a Su Mensajero que contemple y reflexione en la Sira de David, a quien &Éacute;l doto de fuerza.

Al hablar de fuerza se refiere a su apego y cumplimiento de la religión, fuerza en el gobierno y mandato. És sabido que David, que la paz de Al-lah sea con él, era una persona piadosa, que tenía presente a Al-lah en todo momento y que reconocía sus faltas y se arrepentía con sinceridad, características que solo están presentes en alguien que se distingue por su fortaleza en la fe y con una gran certeza y confianza en Al-lah. Su apego a Al-lah era tan fuerte que cuando alababa a su Creador lo acompañaban las montañas y las aves en su alabanza. Además, se distinguió por su sabiduría en el gobierno, por lo que durante su reinado tuvo a su disposición dos agentes indispensables para luchar en contra de la falsedad: la fortaleza y el ejemplo. Para lograr esto, entendió de la revelación que recibía de Al-lah que debía someter su voluntad para no dejarse llevar por sus pasiones y así gobernar a su gente con sabiduría y justicia, porque al final, él era quien representaba la religión de Al-lah ante todo el mundo, esto lo encontramos en lo que Al-lah dijo: {Sé paciente [¡oh, Muhammad!] ante lo que dicen, y recuerda a Mi siervo [el Profeta] David, quien fue dotado con una gran fuerza. &Éacute;l siempre volvía a Al-lah en todos sus asuntos y se arrepentía con sinceridad. Le sometí las montañas, para que junto con él glorificaran las alabanzas al anochecer y al amanecer, también le sometí a las aves que se congregaban en torno a él. Todos [las montañas y las aves] le obedecían. Afiancé su reino, lo agracié con la sabiduría [la profecía] y un juicio certero. Te relataré [¡oh, Muhammad!] la historia de los dos demandantes, cuando treparon [la pared] del templo. Cuando se presentaron ante David, este se atemorizó de ellos. Le dijeron: "No temas, solo somos dos demandantes, uno ha sido injusto con el otro; juzga entre nosotros con equidad, sé imparcial y guíanos hacia el camino correcto. Éste es mi hermano, posee noventa y nueve ovejas, y yo tengo una sola; y me dijo: ‘Deja que yo me haga cargo de ella’, y ahora me supera con sus argumentos [para quedarse con ella]". Dijo David [sin escuchar al otro demandante]: "&Éacute;l ha sido injusto contigo al pedirte que dejes que tu oveja se sume a las de él; muchos socios se perjudican unos a otros, excepto los que creen y obran rectamente; pero, ¡qué pocos son!" David comprendió que quise ponerlo a prueba [mediante este juicio], y pidió perdón a su Señor, se prosternó y se arrepintió. Lo perdoné, pues es de los más allegados a Mí, y tendrá [en la otra vida] una bella morada [en el Paraíso]. ¡Oh, David! Te he designado gobernante en la Tierra, juzga con equidad entre la gente y no sigas las pasiones, pues ellas desvían del sendero de Al-lah; y quienes se desvíen del sendero de Al-lah sepan que recibirán un castigo severo por haberse olvidado del Día del Juicio} [Corán 38:17-26]. 

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