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Las llaves del bien

Las llaves del bien

Hay un grupo de personas que mantenían una creencia errónea que les hacía pasar por dificultades y recorrer un largo camino para cumplir con sus deberes y atender los asuntos que se les encomendaban, ¡ya que decían no estar satisfechos con nada que no fuera la perfección en todos sus asuntos! Además, seguían de cerca y examinaban excesivamente todo, por insignificante que fuera, en cada proyecto académico o de da’wa que intentaban llevar a cabo, ¡hasta que sus vidas llegaron a su fin sin lograr nada de verdadero valor!
Uno de mis conocidos, que encaja en este perfil, es un hombre que dedicó su juventud y parte de su vejez a buscar el conocimiento, leyendo libros, aprendiendo de los sabios, y buscando cuidadosamente su fatwa en asuntos sobre los que estaba confundido, y siempre que le decía: “Escribe un libro o un artículo, o da clases públicas para beneficiar a la gente”, respondía: “¡Ahora no! Todavía no me siento capacitado para hacerlo”, aunque yo sabía muy bien que sí lo estaba.
Creo que se equivocó en su forma de actuar y en la decisión que tomó. El tiempo no espera a nadie, y cada minuto que pasa nunca vuelve. Dedicar toda una vida a hacer un determinado tipo de buenas acciones es como poner límites a lo que debería ser ilimitado.
Más bien, un creyente debe ser como un agricultor experimentado que reparte sus cuidados entre las diferentes parcelas de acuerdo con sus condiciones. Debe enseñar a los que tienen menos conocimientos que él, aprender de los que tienen más conocimientos, ordenar el bien, prohibir el mal, aceptar el consejo de quien lo guía hacia ello, y dedicar seriamente sus días y sus noches a realizar el bien. También debe acercarse a Al-lah haciendo caridades, aunque sea dando la mitad de un dátil, y tratar de ganarse la complacencia de Al-lah aunque sea con una sola palabra veraz. No debe seguir caminos difíciles ni hacer difícil lo que se ha hecho fácil, y también debe percibir cada buena acción, por insignificante que sea, como un medio potencial para entrar al Paraíso.
¿Acaso no se prometió el ingreso al Paraíso a una mujer por ofrecer agua a un perro sediento? ¿Acaso no se le prometió el Paraíso a un hombre por quitar una rama espinosa del camino que podía dañar a la gente? Estas buenas acciones fueron las razones por las que merecieron el Paraíso, aunque poseían el Tawhid esencial y los fundamentos genuinos de la religión.
No debes menospreciarte a ti mismo suprimiendo tus opiniones con respecto a un asunto justo, ni debes abstenerte de recorrer los caminos del bien siempre que puedas recorrerlos mediante la realización de una buena acción que te beneficie. No te dejes intimidar por los que están en el poder mientras puedas dar tu opinión y ofrecer consejo; todos necesitamos un consejero sincero en algún momento.
¿Acaso Al-lah, el Exaltado, no salvó Medina durante la batalla de Al Ahzab mediante la opinión de Salman (que sugirió la excavación de la fosa), mientras que entre los musulmanes estaban los grandes compañeros, como Abu Baker, Omar, 'Uzman, 'Ali, y el resto de los diez compañeros a los que se les albrició el Paraíso, que Al-lah esté complacido con todos ellos?
Permítanme relatarles un bonito incidente que me ocurrió un día. Mientras estaba sentado en mi oficina, un hombre de mis conocidos, que se considera un laico, vino a consultarme sobre algo que estaba estrechamente relacionado con mi trabajo. En el momento en que se sentó, entró otro hombre que participaba activamente en las actividades del da’wa y que poseía un alto grado académico. Creo que es un ferviente predicador dedicado a la da’wa y a la reforma, y Al-lah lo conoce mejor. Cuando nos saludó cordialmente, noté una extraña y significativa sonrisa en su rostro mientras saludaba a mi invitado. Cuando mi invitado se marchó, le pregunté a ese hombre de la da’wa el motivo de su sonrisa.
Entonces hizo una pequeña pausa y luego dijo: “Al-lah, Exaltado sea, me guio a través de este hombre –común y corriente– por unas palabras que lo escuché decir en un lugar público hace veinte años. Nos relató el hadiz sobre los ‘siete a los que Al-lah cubrirá con Su sombra’ (es decir, la sombra de Su Trono), y entre ellos se encuentra ‘un joven que creció en la adoración de Al-lah’. En ese momento yo tenía dieciocho años”.
Cuando terminó su relato, ¡quedé asombrado por lo que escuché! Todavía me asombra la trivialidad del asunto sobre el que aquel hombre común vino a consultarme y cómo era totalmente inconsciente del río de recompensas que se derramaba en su historial de buenas acciones, porque era la razón por la que aquel hombre de la da’wa se comprometió con su religión.
En conclusión, mi consejo es que gastes de lo que tienes; no es necesario que obtengas una gran riqueza para hacerlo ni (es un requisito) adquirir un gran conocimiento. El Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “No menosprecies ninguna buena acción”.
Debes ser una llave para el bien que tienes; el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “El bien incluye muchos tesoros, y para esos tesoros hay llaves. Albricias para aquel a quien Al-lah le ha permitido ser una llave para el bien y una cerradura para el mal”.
Hagan el bien a lo largo de sus vidas y aprovechen las benditas épocas espirituales para que los rodee la misericordia divina. Durante estos tiempos benditos, Al-lah, el Exaltado, otorga parte de Su Misericordia a quien Él quiera de Sus siervos.

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