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Islam, imán, ihsán: Éscalando la montaña espiritual (parte 7 de 11)

Islam, imán, ihsán: Escalando la montaña espiritual (parte 7 de 11)

Una vez que hemos establecido nuestra relación con nuestro Creador, Su Mensajero y Su Libro, debemos entonces centrar nuestra atención en cómo los creyentes son descritos en el Corán y la Sunna, y actuar en concordancia. Al-lah dijo: {La verdadera virtud no consiste en orientarse hacia el oriente o el occidente [durante la oración], sino que es piadoso quien cree en Dios, el Día del Juicio, los ángeles, el Libro, los profetas, hacer caridad a pesar del apego [que se tiene por los bienes materiales] a los parientes, los huérfanos, los pobres, los viajeros insolventes, los mendigos, y colabora para liberar esclavos y cautivos. [Tiene piedad quien] hace la oración prescrita, paga el zakat, cumple con los compromisos contraídos, es paciente en la estrechez, la adversidad y ante la persecución. Esos son los veraces en su fe y los verdaderos piadosos} [Corán 2:177].
Estas aleyas y muchas otras describen a los creyentes por diversas virtudes y buenas obras, como orar, dar caridad, ser paciente y controlar la ira. Hablando sobre las aleyas de este tipo, el Shaij As-Sa’di escribió: “Quien cumple con estas características es un verdadero creyente. Ahí se incluye establecer las obligaciones, tanto interiores como externas, y evitar lo prohibido y lo desaconsejado… Estas aleyas son explícitas en que la fe incluye creencias teológicas, morales, acciones internas y externas. Con base en esto, la fe aumenta con el aumento de estas características y su renovación, y disminuye cuando estas disminuyen”.
Como se prueba en muchas aleyas y tradiciones, la fe es inseparable del carácter moral, los modales dignos y el buen comportamiento hacia los demás. El tema de la moral (al ajlaq) y los modales (al adab) preocupó mucho a los primeros musulmanes, que compilaron cientos de narraciones proféticas acerca de ello y escribieron tratados extensos sobre estos temas. El erudito clásico Ibn Al Qaiem llegó incluso a decir: “La religión misma es el buen carácter, así que quien te supere en el buen carácter te ha superado en la religión”. En esta declaración se encuentran las dos dimensiones de la religión: El buen comportamiento hacia Al lah (incluyendo las creencias teológicas correctas, y los actos de adoración sinceros y correctos), y el buen comportamiento hacia la creación (incluyendo dar caridad, ser amable y mostrar misericordia). Ambos aspectos, los derechos de Al-lah (huquq Al-lah) y los derechos de Sus siervos (huquq al ibad) están intrínsecamente vinculados. Aquel que sea negligente en un aspecto, lo será en el otro.
El resumen de cómo debe ser nuestro comportamiento hacia los demás seres humanos y hacia todas las criaturas, se encuentra en la máxima teológica: “La recompensa por las obras es del mismo tipo” (al yazá min yins al ámal). Dicho de otro modo, Al-lah te tratará del modo en que tratas a los demás. A este respecto, el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, dijo: “Ama para la gente lo que amas para ti mismo, y serás un creyente. Compórtate bien con tus vecinos y serás un musulmán” (Ibn Maya). Un verdadero creyente se pone en los zapatos de sus vecinos, empatiza con ellos y muestra compasión por ellos. Esto se conoce como la “ética de la reciprocidad”, un concepto profundamente enraizado en los textos islámicos.
Ibn Al Qaiem expresó la esencia de este principio así: “La recompensa de una obra se asemeja a su tipo de bien o de mal. A quien cubre las faltas de un musulmán, Al-lah le cubre sus faltas. A quien le facilita las cosas a alguien en dificultades, Al-lah le facilitará sus cosas en este mundo y en el más allá. A quien alivie a un creyente de las dificultades en el mundo, Al-lah le aliviará sus dificultades en el Día de la Resurrección. A quien le cancele la venta a alguien que se arrepintió de su compra, Al-lah le cancelará sus traspiés en el Día de la Resurrección. A quien busque las fallas de su hermano, Al-lah le buscará sus faltas. A quien dañe a un musulmán, Al-lah lo dañará. Quien sea duro, Al-lah será duro con él. A quien abandone a un musulmán en una situación en la que necesite apoyo, Al-lah lo abandonará en una situación en la que esté necesitado de apoyo. Quien sea tolerante encontrará a Al-lah tolerante con él. El más Misericordioso mostrará misericordia al misericordioso. De hecho, Al-lah solo tiene misericordia sobre Sus siervos misericordiosos. Quien gasta en caridad verá que Al-lah gastará en él. A quien sea tacaño, Él le quitará. Quien renuncie a uno de sus derechos, Al-lah renunciará a uno de Sus derechos sobre él. A quien pase por alto los errores de los demás, Al-lah le pasará por alto sus errores. A quien gusta de buscar errores, Al-lah le buscará sus errores. Esta es la ley de Al-lah, Su decreto y Su revelación. Su recompensa y su castigo están basados por completo en este principio” (Iʻlam al Muwaqqiʻin ‘an Rabb al ‘alamin).
El Shaij As-Sa’di estuvo de acuerdo con esto, y escribió: “La recompensa es acorde a los hechos. En tanto la persona sea buena con los siervos de Al-lah y se acerque a ellos con benevolencia (tanto como le sea posible), Al-lah será bueno con ella con todo tipo de bien”.
En resumen, la fe se define como convicción y acción. Aumenta o disminuye según nuestras obras. Los creyentes pueden aumentar su fe estudiando el Corán, estudiando la Sunna, leyendo la biografía del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, y reflexionando a profundidad sobre los milagros de la naturaleza. Los creyentes también deben esforzarse por vivir según la descripción de los creyentes en el Corán y la Sunna, defendiendo la justicia, mostrando compasión y, en general, comportándose con el mismo estándar de moral que esperan de los demás creyentes.
El siguiente nivel de fe, ihsán, implica lograr la excelencia en todas las características de la fe: adorar a Al-lah de forma sincera y correcta, buscando el conocimiento, purificando el corazón de las enfermedades espirituales, y tratando a los demás como uno quiere ser tratado.
Continúa

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