El fruto de criar hijas correctamente es la recompensa en esta vida antes de la recompensa en la Otra; una prueba de ello es el hecho de que Al-lah recompensó al hombre justo que crió a sus dos hijas virtuosamente. El resultado fue que Al-lah facilitó el matrimonio de una de ellas con el honorable profeta Musa (Moisés), la paz sea con él.
El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, expresaba su amor por sus hijas, por ejemplo, haciendo afirmaciones como: “(Mi hija) Fátima es una parte de mí; así que, quienquiera que la haga enojar, me hace enojar a mí”. [Al Bujari y Muslim]
‘A’ishah, que Al-lah Esté complacido con ella, relató que Fátima, que Al-lah Esté complacido con ella, una vez venía caminando de forma idéntica a como lo hacía el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam; cuando llegó, él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se levantó y exclamó: “¡Bienvenida, hija mía!”[Al-Bujari y Muslim] Luego, la sentó a su lado y susurró en su oído, y lo que le dijo la hizo llorar; luego, él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, le susurró algo nuevamente, y ella se rió. ‘A’ishah, que Al-lah Esté complacido con ella, más tarde le preguntó: “¿Qué te hizo llorar y después reír? Fátima, que Al-lah Esté complacido con ella, respondió: “Jamás revelaré un secreto que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, me confió”. Después de la muerte del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, ‘A’ishah le hizo la misma pregunta otra vez, así que ella contestó: “Primero, él me informó que su muerte estaba próxima, por eso lloré. Después, él me dijo que yo sería la líder de las mujeres del Paraíso, por eso reí”.
‘A’ishah, que Al-lah Esté complacido con ella, dijo: “No he visto a nadie más parecido en apariencia física y carácter al Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, que su hija Fátima, que Al-lah Esté complacido con ella…Siempre que ella se presentaba ante él, él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se levantaba y la sentaba en su lugar; y cuando él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se presentaba ante ella, ella se levantaba, lo besaba y lo sentaba en su lugar”.
Así era cómo él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, trataba a sus hijas. Zainab, que Al-lah Esté complacido con ella, quien era otra hija del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, envió por él debido a que su hijo estaba a punto de morir; pero el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, le envió un mensajero para que le dijera de parte suya: “Todo lo que Al-lah toma o da, le pertenece a Él. Y Él ha puesto un límite, un término prefijado a todo (en este mundo); por lo tanto, ella debe ser paciente y anticipar la recompensa de Al-lah”. Ella envió nuevamente por él, suplicándole que viniera por la causa de Al-lah. Entonces, el Mensajeron de Al-lah, sallallahu ‘alayhi wa sallam, fue, acompañado por Sa’d bin ‘Ubadah, Mu’adh bin Yabal, Ubai bin Ka’b, Zaid bin Zabit y otros, que Al-la Esté complacido con ellos. Cargaron al niño hasta el Mensajero, sallallahu ‘alayhi wa sallam, mientras respiraba pesadamente, en los últimos momentos antes de su muerte. Al ver esto, los ojos del Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se llenaron de lágrimas por la compasión que Al-lah puso en su corazón. Debido a esto, Al-lah hizo que el niño se curara, como el Imam Ibn Hayar, que Al-lah le Dé Su perdón, afirmó.
El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, solía cargar a Umamah, que Al-lah Esté complacido con ella, durante la oración, mientras estaba de pie, y la ponía en el suelo antes de postrarse [Al Bujari].
Una vez, Fátima, que Al-lah Esté complacido con ella, se quejó ante el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, acerca de su extenuante labor doméstica, y que por eso sus manos se estaban poniendo ásperas y tenían marcas. Entonces, él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, le enseñó a mencionar a Al-lah antes de irse a la cama diciendo “Subhana Al-lah” (Glorificado sea Al-lah) y “Al hamdu lil-lah” (todas las alabanzas sean para Al-lah) treinta y tres veces cada una, y treinta y cuatro veces “Al-lahu Akbar” (Al-lah es Supremo); él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, le dijo que esto sería mejor para ella que la ayuda de un sirviente.
También, cuando la familia de Abu Yahel pidió que ‘Ali, que Al-lah Esté complacido con él, que se casara con una de sus hijas, el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, se negó y dijo: “Nunca la hija del Mensajero de Al-lah y la hija del enemigo de Al-lah estarán bajo (la tutela) de un mismo hombre. Fátima es una parte de mí, y quienquiera que la haga entristecer, me daña a mí”. Él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, luego se levantó y explicó a las personas que no estaba haciendo ilícito lo que Al-lah había hecho lícito, ni estaba prohibiendo la poligamia; sino que estaba haciendo eso porque Fátima era la hija de un Mensajero, lo cual era un caso especial, ya que a nadie se le permite que dañe al Mensajero, sallallahu ‘alayhi wa sallam.
Fátima, que Al-lah Esté complacido con ella, era valiente y orgullosa del Islam. En el Incidente donde su padre, sallallahu ‘alayhi wa sallam, estaba rezando al frente de la Ka’aba y los incrédulos pusieron las vísceras de un camello sobre su cabeza mientras él se estaba postrando, y luego se rieron y se burlaron de él, fue ella, que Al-lah Esté complacido con ella, quien fue, por su propia cuenta, y recriminó a los incrédulos y luego quitó las vísceras [Muslim].
Así es como el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, trataba a sus hijas, por tanto hagamos de esto una guía para nuestras vidas.
Algunas personas tiene el corazón tan endurecido que no son capaces de expresar ningún afecto hacia sus hijos. Es un desastre cuando una niña es criada en medio de tal vació emocional, porque entonces es fácil para cualquier persona malvada influenciarla con palabras engañosas y hacerla caer en la trampa, y así es como sobreviene la calamidad de la fornicación. Por esta razón, debemos prestar mucha atención al tema de las hijas y concederles la debida atención, especialmente cuando vivimos en una era donde todas las cosas malas están disponibles y al alcance.
Es, de hecho, una gran responsabilidad el satisfacer las necesidades afectivas de nuestras hijas, brindándoles todo el amor que necesitan y siendo padres misericordiosos; de esta manera evitaremos que sean seducidas por gente mala.
También, debemos brindar el mismo nivel de atención a nuestros hijos en este sentido, porque los problemas que escuchamos respecto a nuestros jóvenes son a causa del descuido de sus padres. ¿Cuál es nuestro rol? Nuestro rol es, como Al-lah Dice (lo que se interpreta en español): {¡Oh, creyentes! Guardaos a vosotros mismos y a vuestras familias del Fuego, cuyo combustible serán los hombres y las piedras, y en el que habrá Ángeles violentos y severos que no desobedecen a Al-lah en lo que les ordena, sino que ejecutan cabalmente Sus órdenes.} [Corán 66:6] Debemos ablandar sus corazones con una cálida sonrisa cada vez que los veamos, y hablarles con palabras compasivas.
Si no prestamos atención a este tema, llegará el día en que nuestras comunidades serán iguales a aquellas inmorales y disolutas.
Un estudio realizado con dos mil padres británicos, reveló que: “El cuarenta por ciento (40%) de los padres se sienten solos y deprimidos. Ellos extrañan a sus hijos, pero extrañan mucho más a sus hijas”.
Algunos de los hipócritas de nuestro tiempo, que escriben en los periódicos y las revistas, sostienen que nuestras hijas no necesitan guardianes. Ellos se oponen a la Ley de Al-lah en general y, especialmente, a los reglamentos que prohíben la mezcla entre hombres y mujeres; ellos exigen que las mujeres dejen sus hogares y “prueben sus habilidades”. ¿Por qué estos hipócritas quieren acabar con nuestro honor? Esto demanda aún más cuidado y atención hacia nuestras hijas; debemos criarlas en la obediencia a Al-lah y Su Mensajero, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y el apego al Hiyab, no debemos esperar hasta que alcancen la edad de la pubertad para enseñarles a usarlo, porque podría ser ya muy tarde para que ellas lo acepten.
Algunos padres permiten a sus hijas usar ropa reveladora, que las expone como si estuviesen desnudas, o casi desnudas, y esto está muy lejos de una crianza correcta. El permitirles a nuestras hijas tener su propio teléfono celular, no es una muestra de amor o misericordia para con ellas, o que tengan televisión satelital en sus habitaciones. El permitirles ir a lugares donde se esparce la inmoralidad, o a fiestas o salones donde se depilan las cejas, se adornan y luego salen así, no es una muestra de amor o misericordia para con ellas.
Debemos convencer a nuestras hijas que esas cosas son prohibidas y que ellas deben abstenerse de hacerlas; pero para poder convencerlas, ellas deben experimentar nuestro amor y verlo reflejado en nuestro trato hacia ellas.