Un joven acaba de recibir su título universitario, y tiene la intención de fortalecer su religión complementándola con el matrimonio. Luego de haber escogido a la mujer que piensa es la adecuada, va a su casa para comprometerse con ella, pero es sorprendido por su rechazo… ¿por qué lo rechazó?, se pregunta: porque él vive con su madre. Su asombro le genera varios interrogantes: ¿Qué hago? ¿Abandono a mi madre? ¡Pero, si soy su único hijo! ¿Abandonarla es una conducta acorde con Birrul Walidain (respeto, cuidado y obediencia hacia los padres) establecido por el Islam? ¿La abandono a su suerte y desdicha, mientras que yo disfruto la vida con mi esposa? ¿Será que todos los que están en la misma situación no se casan y se exponen a sí mismos a satisfacer sus necesidades por medio del Haram?
Esta preocupación es común entre muchos hombres que quieren casarse pero viven con su madre, posiblemente por las dificultades económicas por las que están pasando o el costo que representa, hoy en día, una boda. Este es el tema que trataremos, el cual pretende ayudar a las mujeres para que pierdan el miedo a vivir con sus suegras, corrigiendo las ideas prefabricadas y distorsionas que han recibido al respecto, promovidas principalmente por los medios de comunicación.
Decoró la casa para recibirme
Umm Asma´, suegra de dos mujeres y dos hombres, dice: “Cuando me encuentro con mis amigas y hablamos respecto a las esposas de mis hijos, ellas me dicen que yo vivo en un mundo distinto al suyo. Mis nueras son buenas, para mí son como mis hijas. Tengo dos hijas y están casadas, ellas me cuentan qué les molesta del trato de sus suegras y yo trato de no hacer lo mismo con mis nueras. Vivimos en armonía, gracias a Al-lah y al buen trato entre nosotras; una de ellas vive conmigo y otra en el exterior. En una ocasión, viajé a los Estados Unidos a visitar a mi hijo y me sorprendió que mi nuera había decorado la casa por mi llegada como se hace en el ‘Id.”
Todas son mis hijas
Umm Madhat, quien tiene tres nueras y tres yernos, nos dice: “Cuando me casé, mi suegra me hizo pasar muchos malos momentos; sin embargo, me propuse no ser como ella con mis nueras. Tengo tres hijos casados y tres hijas también casadas, y para mí es como si Al-lah me hubiese Concedido seis hijos más, mis nueras y yernos, a todos los quiero por igual; y ellos tratan, dentro de sus posibilidades, de que viva tranquila y feliz”.
La señora Sana’ Muhammad, madre de tres hombres casados, dice: “Quiero mucho a mis nueras, tanto como si fueran mis propias hijas. Todos vivimos como si fuéramos una sola familia, lo que les beneficia me beneficia, y lo que los daña me daña a mí. Vivimos en una misma casa, cada uno tiene su propio apartamento, lo que permite tener la independencia e intimidad que cada uno necesita.
Para que la suegra quiera a su nuera, la esposa de su hijo debe cuidarla y ofrecerle cariño y comprensión, especialmente en los momentos en que más lo necesita. Ambas deben tener siempre presente a Al-lah en el trato la una con la otra. La suegra debe ver a su nuera como una hija, y la nuera ver a su suegra como si fuera su madre, así no vivan juntas.
Dalia Badawi, quien lleva 10 años de casada, comenta: “Cuando me casé vivía lejos de mi suegra, ella es una madre virtuosa, casi todos los días iba con mi marido a visitarla para acompañarla. Cuando di a luz, me era difícil seguir visitándola, porque ella vivía muy lejos, así que decidí que lo mejor era vivir con ella; así que nos fuimos a vivir a su casa cuando su última hija se casó. No me arrepiento de haber tomado esta decisión, pues ella me ayudó muchísimo en la crianza y educación de mis tres hijos; además, me considera como una hija más, me quiere y siempre está de mi parte. Para mí, ella y mi suegro son como mis padres; y aunque vivo en la casa de ellos, me siento como si estuviera en la mía”.
Sahar ‘Uzman, quien lleva 7 años casada, dice: “Cuando me comprometí, mi esposo me informó desde el principio que viviríamos en la casa de su madre, yo lo acepté porque él es un buen hombre. Vivimos 5 años en su casa y nos tratábamos como madre e hija; además, nunca me sentí extraña en su casa, por el contrario sentía que era la mía. Soy empleada, y como tenía que ir a trabajar, mi suegra cuidaba de mis hijos en vez de dejarlos en una guardería siendo tan pequeños. Nos quedamos con ella hasta que una de sus hijas tuvo que regresar a su casa”.
‘Aidah Muhammad, esposa por 17 años, menciona: “Cuando me casé fui a vivir en el mismo edificio en el que vivía mi suegra; ella estaba en el primer piso, en el apartamento de su hijo mayor, pero cuando nos casamos, ella se paso a vivir con nosotros pues era muy apegada a su hijo (mi esposo). Yo no tuve ningún problema, por el contrario la recibí muy bien y ella estaba contenta por vivir conmigo. En un comienzo, ella se molestaba porque yo salía mucho, pero junto con mi marido le explicamos que cuando lo hacía era por necesidad; pese a esto, siempre la complacía y buscaba satisfacer las necesidades que tuviera. Luego de un tiempo, ella entendió la situación y ya no se molestó más”.
La doctora Ilham Farah, profesora de sociología en la universidad Banu Suif, nos habla sobre el tema que tratamos y nos dice: “Hace no más de 50 años, en el campo se acostumbraba a que en una casa vivía los padres con sus hijos casados y sus nietos, eran familias grandes. Hoy en día las cosas han cambiado mucho, en especial la organización familiar, la cual se ha reducido a pequeños núcleos familiares. Tanto la forma en que se vivía en el pasado así como la actual tienen sus aspectos positivos y negativos, pero lo que debemos tener en cuenta es la situación económica de la sociedad, porque en el presente hay muchos jóvenes que para casarse tienen que vivir en la casa de sus padres, ya sea porque no tienen la capacidad económica para tener la suya propia o porque sus padres necesitan de él; así que no se les puede pedir que los abandone o que no se case y se quede con ellos. Le digo a toda mujer que se niega a vivir con su suegra, y a aquella que exagera e incluso rechaza la idea de ser su vecina, que la vida en el seno encierra varios aspectos positivos, en especial el apoyo moral y social.
Una solución viable al problema, lógicamente cuando es posible, es que todos vivan en un mismo edificio, es decir, los padres en un apartamento y sus demás hijos en otros junto con sus esposas; pero si la situación no lo permite, se debe tener en cuenta que la suegra representa muchos años de experiencia en cuanto a su papel de esposa y madre, además de la ayuda económica que puede representar para la familia, porque en ocasiones es ella la que da morada a su hijo y esposa; en pocas palabras, si no fuera por ella, este hombre no se podría casar por carecer de los medios necesarios para adquirir una vivienda. En otros caso, la suegra significa una entrada extra, pues tal vez cuente con un ingreso determinado con el cual ayude a solventar los gastos de la casa. Pero lo mejor y más importante de todo, es que ella ayuda mucho en la crianza y educación de los hijos”.
Los argumentos de la doctora Ilham resaltan la importancia que tiene el hecho de que la mujer tenga una consciencia bastante madura y que sea flexible cuando se relacione y trate a su suegra, ya sea que esté viviendo con ella en la misma casa o sea su vecina. También, es fundamental que la esposa tenga la capacidad de adaptarse a las diferentes situaciones para que afronte la realidad con responsabilidad. El hombre, por su parte, debe ser muy cuidadoso cuando vive bajo alguna de las circunstancias que acabamos de mencionar, tratando de ser justo y comprensivo con ambas, su madre y su esposa. Así mismo, la doctora Ilham le hace un llamado a la suegra diciéndole: “Si vas a vivir con tu hijo y su esposa, recuerda que tu papel ya no es el de crianza y guía; ahora, más bien, es de consulta. Debes darle ese espacio a tu nuera”.
Otro aspecto muy importante al que hace referencia la doctora Ilham, es a que el problema no es que la suegra viva en el mismo lugar donde se están estableciendo los recién casados, sino al tipo de personalidad que ella tenga; si es fuerte y difícil, esto será muy inconveniente, pues hay muchas que, aunque vivan lejos, tratan de meterse en la vida privada de su hijo. Es vital que desde el comienzo de la relación, los cónyuges estén claros y acuerden que nadie de la familia de los dos, ni siquiera sus padres, debe meterse en sus asuntos de pareja, excepto cuando la necesidad así lo disponga.
Para terminar, queremos mencionar que los expertos, como la doctora Ilham, concuerdan en que el miedo a vivir con la suegra tiene su causa principal en la imagen que han creado los medios de comunicación, en los cuales se le identifica como una enemiga y metiche que no quiere perder su dominio. Sin embargo, lo que queremos es hacer un llamado a todas las partes a que sean tolerantes y se ofrezcan cariño y amor, y que sientan que son una sola familia; además, que dejen los prejuicios, pues estos son el inicio de todos los problemas.