Disculparse es un modal islámico que ayuda a combatir la arrogancia propia y anula la envidia o el resentimiento que otros puedan tener por uno. Disculparse también previene que los demás se opongan a uno o piensen mal de uno cuando se hace algo que parece impropio o errado.
A pesar de que pedir disculpas es, en este sentido, bueno, uno debe evitar en lo posible hacer cosas que le obliguen a pedir disculpas. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dio a Abu Aiub Al Ansarí un breve consejo, le dijo: “Nunca digas algo que te obligue luego pedir disculpas”. [Ahmad e Ibn Mayah. Al Albani: Hasan]
De todas maneras, quien comete un error debe recordar lo que dijo el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam: “Toda persona perseverante llega a cometer errores, y toda persona sabia intenta varias opciones”. [Ahmad. At-Tirmidhi: Hasan.
Así pues, la modestia consiste en que uno no sea demasiado orgulloso para reconocer sus faltas. Admitir la propia culpa es mucho mejor para el corazón y es más meritorio de ser disculpado. Todos recordamos que la sinceridad fue la causa de que se aceptara el arrepentimiento del noble Sahabi Ka’b Ibn Malik, Al-lah Esté complacido con él. Él le dijo al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam: “Si estuviese frente a otro que no fueras tú, me habría salvado de su ira inventándome una excusa; pero, por Al-lah, yo no tengo excusa alguna…” [Ahmad, Bujari y Muslim]
Admitir los errores propios no debería ser una causa para sentirse disminuido. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, pensó que la polinización artificial de las palmeras datileras era innecesaria y aconsejó a sus Sahabah, que Al-lah Esté complacido de todos ellos, que no lo hicieran. Después, dijo: “Si la gente halla que la polinización artificial es beneficiosa, dejadlos que lo hagan. Lo que dije antes era una hipótesis. No me toméis a mal por mi hipótesis”. [Muslim]
No basta con que uno se disculpe cuando falla. Frecuentemente, una disculpa debe incluir también una aclaración de la situación o una explicación de nuestras intenciones. Después de la conquista de La Meca, los ansaríes pensaron que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, preferiría vivir junto a los de su tribu en La Meca. Por ello, algunos dijeron: “Este hombre (el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam) extraña su pueblo natal y se inclina por vivir con su gente”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “¡No! Yo soy el siervo de Al-lah, el Todopoderoso, y yo emigré a vosotros en la causa de Al-lah, el Todopoderoso. Yo viviré y moriré entre vosotros”. Entonces, los ansaríes lloraron y se disculparon. Explicaron que ellos dijeron tal cosa solo por su deseo inmenso de que él se quedara entre ellos. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, les dijo: “Al-lah, el Todopoderoso, y Su Mensajero os creen y aceptan vuestras disculpas”. [Muslim y Ahmad]
Las personas cuyos modales incluyen la costumbre de disculparse sienten vergüenza de que lo que ellos consideran una negligencia de su parte sea expuesto públicamente. Ibn ‘Umar, que Al-lah Esté Complacido con él, dijo que una vez él y otros participaron de una escaramuza en la que fueron derrotados. Se sintieron tan avergonzados que retornaron secretamente a Medina y se escondieron. Luego se dijeron: “¿Qué tal si vamos ante el Profeta y nos disculpamos?” Así pues, se presentaron ante él y dijeron: “Nosotros somos los que huimos”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, los consoló y les dijo: “No, vosotros sois los que vuelven al combate luego de haberse replegado, y yo soy el grueso del ejército musulmán”. [Ahmad, Abu Dawud y At-Tirmidhi]
Si alguien aconseja a otro hacer una obra de bien, el otro debe aceptar el consejo y disculparse por no haberlo hecho antes, si es que hubo una excusa. Salim Ibn ‘Abdullah, que Al-lah Esté Complacido con él, nos relató que una vez aconsejó a un joven, cuya ropa estaba bajándose más de la cuenta, diciéndole: “Levanta tu izar (faldilla)”, y el joven se excusó diciendo: “Se me baja siempre pues es de lino”. [Ahmad]
Así pues, el joven explicó que él no bajaba intencionalmente su izar por vanidad, sino que este se bajaba solo por la naturaleza del material del que estaba diseñado. Así es como un musulmán debe actuar para defenderse de malos pensamientos y demostrar su inocencia si es que es inocente.
Esto mismo nos dice un hadiz donde Abu Musa Al Ash’ari, que Al-lah Esté Complacido con él, nos relata que algunas personas de su tribu le pidieron que los acompañara ante el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Abu Musa, que Al-lah Esté Complacido con él, ignoraba cuáles eran las intenciones de ellos y se vio muy incomodado cuando vio que ellos le pedían cargos de autoridad al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Parecía, pues, como que Abu Musa, que Al-lah Esté Complacido con él, había ido a interceder por tales personas y eso le hizo sentirse muy avergonzado. Él diría luego: “Pedí disculpas al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y él las aceptó”. [Ahmad y An-Nasa’i]
Pedir disculpas era una característica destacada de la generación de los Sahabah, que Al-lah Esté Complacido con todos ellos. El Imam Ahmad nos relató que “…‘Uzman Ibn ‘Affan reprendió a Ibn Mas’ud por algo que le habían informado de él. Le dijo: ‘¿Vas a evitar las cosas que me informaron de ti?’, e Ibn Mas’ud se disculpó…” [Ahmad]
Uno puede recurrir también a las disculpas para refutar una objeción o un alegato. Esto fue, claramente, lo que hizo el Emir de los creyentes, ‘Umar Ibn Al Jattab, cuando tuvo que explicar a la gente por qué había destituido a Jalid Ibn Al Walid; dijo: “Y os pido disculpas por haber destituido a Jalid Ibn Al Walid…”. Sin embargo, uno de los presentes no aceptó sus excusas y dijo: “‘Umar Ibn Al Jattab, por Al-lah, que no estás disculpado”.
A veces, uno puede pensar que debe ser algo estricto y algunos pueden pensar que se es rudo o torpe. En tales casos, es necesario explicar por qué se actuó de forma estricta para evitar deducciones erradas. El Imam Ahmad nos relata que Hudhaifah pidió a alguien de la Gente del Libro que le trajera agua. Este le trajo el agua en un recipiente de plata, entonces Hudhaifah le lanzó el recipiente. Hecho esto, se dio vuelta y se excusó con sus amigos diciendo: “Le lancé el recipiente intencionalmente, pues yo ya se lo había prohibido antes y le había dicho que el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, nos prohibió usar brocados, seda y recipientes de oro o plata”, y siguió explicándoles que, como el hombre ya sabía que era prohibido para los musulmanes beber en recipientes de oro o plata y había reincidido en tal conducta, el vio necesario actuar de forma drástica.
Todos estos buenos modales son para proteger a la comunidad musulmana de los malos pensamientos y para evitar los intercambios de acusaciones que, si están firmemente arraigadas en los corazones, harían inútiles las disculpas. Cuando ‘A’ishah, que Al-lah Esté Complacido con ella, fue maliciosa y falsamente acusada de adulterio, ella dijo: “¡Por Al-lah! Si os juro no me creeréis, y si me excuso (con pruebas que justifiquen mi conducta) no aceptaríais mis excusas”. [Bujari]
Si un hermano musulmán vence su orgullo y viene a disculparse, uno debe vencer su propio orgullo y aceptar sus disculpas. Ibn Al Qaiem, que Al-lah le Dé Su, consideraba el aceptar las disculpas ajenas como una señal de humildad. Dijo en este sentido: “…si alguien es rudo con otra persona y luego va y se disculpa con ella, pues la otra persona, por modestia, debe aceptar sus disculpas. Es signo de modestia y nobleza evitar discutir con el otro aunque vea que sus argumentos son débiles”.
Aceptar con buen talante las disculpas y dando prioridad al perdón hace que la gente se anime a disculparse. De otra manera, la gente insistiría en lo errado y se negaría a reconocer sus faltas y pedir disculpas.
Así pues, si una persona comete una falta para con otra y luego va y le pide disculpas, pues la segunda persona debe aceptarlas y perdonarlo, para no perder así una buena relación mutua.