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¿Por qué sufre la gente? La existencia de Dios y el problema del mal (Parte 3 de 5)

¿Por qué sufre la gente? La existencia de Dios y el problema del mal (Parte 3 de 5)

Si miramos nuestra propia anatomía y no solo cosas hipotéticas, los evolucionistas una vez alegaron que nuestros cuerpos tenían 180 órganos vestigiales –partes que se volvieron obsoletas durante la evolución humana–. Poco sabían que esa era una observación prematura por falta de investigación sobre sus funciones. Eventualmente ese número fue disminuyendo durante el siglo pasado al punto que algunos anatomistas hoy en día creen que ya se ha identificado la función de cada órgano (Thomas Heinze, Las pruebas de la evolución se esfuman).
Esos “órganos vestigiales” de hecho nos señalan otro problema con el tema de por qué existe el mal. Asumimos que comprendemos todo lo que existe a nuestro alrededor, mientras que los epistemólogos concuerdan que las percepciones e incluso imaginación de la gente son limitadas. En El problema inductivo del mal, William Alston explica cómo los humanos estamos atados de pies y manos por la falta de información, la apabullante complejidad de muchos fenómenos, la opacidad de lo que es metafísicamente posible o necesario, nuestra ignorancia de todo lo posible, y nuestro juicio parcial como criaturas subjetivas. En estos tiempos modernos, nuestro conocimiento sin precedentes nos debería llevar a una mayor humildad. Ahora más que nunca podemos observar cuán masivamente compleja puede ser la naturaleza. Un ejemplo sobresaliente es el efecto mariposa en la Teoría del Caos; esto es, que “el movimiento de las alas de una mariposa en Rio de Janeiro, amplificado por corrientes atmosféricas, podría causar un tornado en Texas dos semanas después” (Laura Nader, Naked science : anthropological inquiry into boundaries, power, and knowledge). Esto nos recuerda cómo los factores más inesperados, durante largos períodos de tiempo, aún tienen una conexión muy real.
Lo dicho arriba es uno de los miles de ejemplos que sirven para explicar que el mal no es siempre producto de una simple progresión lineal, ni tampoco las leyes naturales que solo los científicos más entrenados pueden comprender. En muchos casos se puede deber a una interacción de factores astronómicamente compleja que no podemos entender. Los teístas, por lo tanto, tienen todo derecho a cuestionar argumentos como que “el hecho de que un ciervo sufra una muerte lenta y dolorosa a causa de un incendio forestal no es más que un mal sin sentido, detrás del cual no hay sabiduría o un bien mayor”. A pesar de que podría haber un motivo para tal situación (lo exploraremos más adelante), resulta claro que algunos males son causados por el hombre y quizás nunca entenderemos la cadena de causas por completo.
La sabiduría detrás del mal
El Corán y la Sunna no solo argumentan que la existencia del mal puede reconciliarse de forma racional con la de un Dios Omnisapiente, Omnipotente, Misericordioso, sino también afirman que hay una sabiduría discernible detrás de lo que aparenta ser malo, y por ello la teodicea sunní implica “razón guiada por la revelación”. Sin embargo, si bien es cierto que hay una sabiduría profunda en cada “mal” del universo, nosotros como seres finitos solo podemos comprenderla a nivel general. También debemos comprender que un Dios Sabio no habría de revelarnos cada decisión para garantizar que este examen llamado vida sirva, de hecho, como tal. Como consecuencia, esos detalles no deben desestimarse como irracionales, sino como supra racionales (más allá de nuestro entendimiento), pero ello no debe detenernos a la hora de apreciar por qué Dios permitió que existieran. En términos más simples:
• Dios es el más Sabio.
• La sabiduría de Dios implica una razón de ser para todo lo que existe.
• La sabiduría de Dios implica que algunos males existan por motivos profundos.
• La sabiduría de Dios implica que, para que la vida sea una prueba, el motivo de cada mal no se puede revelar a los que están siendo probados.
• La sabiduría de Dios implica revelar algunas de las principales razones del mal para ayudar a las personas a superar las dificultades de la vida.
Antes de abordar estos principios, debemos decir que uno de los conceptos fundacionales de la teodicea sunní es que el mal puro no existe. Ibn Al Qaiem (fallecido en 1350), quizá el más grande teólogo sunní que haya escrito sobre la teodicea, dijo:
El mal como fenómeno independiente en el cual no hay dimensión de bien alguna no existe en este mundo. No hay nada en nuestra existencia que pueda ser considerado puramente malo, porque cada cosa mala es buena desde algún ángulo u otro. Por ejemplo, la enfermedad aflige al cuerpo desde una perspectiva, pero desde otra prueba la paciencia, trae resiliencia, y puede incluso fortalecer la inmunidad. La mayoría de las cosas que no nos gustan son generalmente así, nunca están exentas de algún beneficio para el ser humano.

Este principio de oro es válido tanto para los males que ocurren naturalmente como para los males cometidos por agentes voluntarios (humanos/yinn). Dios permite que existan porque el bien de su existencia supera el bien de su inexistencia. En el caso de los males naturales, consideremos que los volcanes no son un mal puro, porque rejuvenecen el ecosistema que hace posible la vida en la Tierra: “Sin erupciones volcánicas y todo lo que emanan, las comunidades agrícolas no podrían cosechar comida, ciertos materiales para la construcción no estarían disponibles, y nuestra atmósfera no tendría su ambiente rico en oxígeno” (https://www.usgs.gov/faqs/what-are-some-benefits-volcanic-eruptions?qt-news_science_products=0#qt-news_science_products). En el caso de los males cometidos intencionalmente, consideremos cómo incluso la existencia de Satanás no es meramente mala, sobre todo porque no fue creado “para desviar a la gente” sino que él se rebeló en su arrogancia y haciendo uso del libre albedrío que le fue otorgado. Además, Satanás les da a los devotos de Dios un objetivo contra el cual luchar, los alienta a buscar refugio en Él de sus trampas –incluyendo el orgullo y el engaño– y mucho más.
Por este motivo, el Corán y la Sunna suelen atribuir el mal a la creación o sus acciones, ya que desde la perspectiva de Dios, este mal que Él permitió es predominantemente bueno. Por ejemplo, dice el Corán: {Di: “Me refugio en el Señor del amanecer, de todo el mal que existe en lo que Él creó”} [Corán 113:1-2]. En otros pasajes, el Corán hace referencia en voz pasiva a la intención de Dios de castigar, omitiendo al “agente” por respeto, mientras que cuando Dios busca guiar a alguien esto está expresado explícitamente: {Y [ahora sabemos que los seres creados] no podemos saber si se ha destinado algún mal para quienes están en la Tierra o si su Señor quiere guiarlos} [Corán 72:10]. Cuando se menciona al Profeta Abraham, la paz sea con él, atribuye la creación, la guía, el sustento y la sanación a Dios, y se atribuye la enfermedad a sí mismo: {… pues Él es Quien me ha creado y me guía, Él me da de comer y de beber. Cuando enfermo, Él es Quien me cura} [Corán 26:78-80]. Sin dejar lugar para ambigüedades, el Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, solía emular esa etiqueta a la hora de suplicar: “Y todo el bien está en Tus manos, y el mal no se Te puede atribuir” (Muslim).
Ibn Taimia (fallecido en 1328) brinda muchos ejemplos de cómo esta detallada distinción es más que mera semántica. Explica que, a pesar de que el mal –tal como lo percibimos– puede ser encontrado en la creación de Dios, no hay nada que implique que Dios tenga las mismas cualidades de Su creación. Por ejemplo, que Dios cree el rostro humano o el aroma de una flor no significa que Él tenga ese rostro o emita esa fragancia. De la misma forma, que Dios haya creado gente con cualidades desagradables, sean físicas o de personalidad, no implica que Él las comparta. Ibn Al Qaiem agrega: “Cuando el siervo comete una acción mala y prohibida, lo que hizo es sin duda malvado y pecaminoso, y fue el Señor Quien permitió que fuera el ‘agente’ de esa acción. Ese permiso de Dios es justicia, misericordia y corrección, ya que es bueno que permita que actúe [libremente], mientras que su manifestación [en este caso] fue mala y desagradable. Al permitir esto, Dios ha puesto las cosas donde pertenecen ya que [dar libre albedrío] contiene una sabiduría muy profunda por la cual Él debería ser alabado. Como consecuencia, esto es de hecho bueno, sabio y beneficioso, incluso si lo que el siervo hace es un defecto, una falla y algo malo”. Dicho de otra forma, Dios creó a las criaturas con cierto grado de voluntad propia, la cual en ocasiones usan para actuar mal. En esos casos, Dios no es la causa directa del mal, sino del instrumento que fue utilizado para tal propósito, y Aquel que permite su existencia por el bien común.
Con esta regla fundamental de la teodicea sunní en mente, exploremos ahora algunas de estas dimensiones del “bien común” y la “Sabiduría Divina” detrás del mal, el dolor, y el sufrimiento que existen en este mundo que consideramos nuestro hogar.
Continúa … 

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