Cuando Al Hasan, que Al-lah esté complacido con él, vio el manuscrito firmado y sellado traído por ‘Abdul-lah Bin ‘Amir de parte de Mu’awia, que Al-lah esté complacido con él, se opuso a la condición de que el califato le sea restaurado a él después de la muerte de Mu’awia. Dijo: “Detesto enfáticamente la condición de ser elegido Califa después de Mu’awia. Si desease el califato, ¿por qué renunciar a él ahora?”. Seguidamente, mandó llamar a un escriba y le ordenó redactar el tratado de paz con las siguientes palabras:
“Este tratado de paz es acordado entre Al Hasan Ibn ‘Ali Bin Abi Tálib y Mu’awia Bin Abi Sufián. Ambos acuerdan lo siguiente:
El rango de Califa se entrega a Mu’awia Bin Abi Sufián. Los musulmanes estarán en libertad de elegir al Califa que deseen después de Mu’awia. Los musulmanes en su conjunto estarán a salvo de la mano y las palabras de Mu’awia y él los tratará con gentileza. No deberá atacar a los familiares de ‘Ali, y los seguidores de Al Hasan y Al Husain no deben sufrir agresiones de su parte. Estos dos hermanos y sus familiares serán libres de ir donde deseen y asentarse en cualquier lugar. Mu’awia y sus gobernadores no tienen el derecho de forzarlos a cumplir sus órdenes y tratarlos como súbditos suyos. Mu’awia se compromete a seguir mandando el tributo de Ahwaz a Al Hasan Bin ‘Ali, y los recursos actuales en existencia del tesoro público de Al Kufa quedarán en manos de Al Hasan Bin ‘Ali y él podrá gastarlo a su propia discreción. Mu’awia deberá mostrar preferencia por los banu Hashim en el momento de distribuir obsequios y premios”.
Algunos importantes personajes firmaron también el documento, tal es el caso de ‘Abdul-lah Bin Al Háriz Ibn Nawfal, y ‘Amr Ibn Abi Salama y otros como testigos y garantes. Cuando el documento se le presentó a Mu’awia, que Al-lah esté complacido con él, él expresó su complacencia por el mismo. En las vísperas del tratado de paz, Mu’awia levantó su cerco y dejó en libertad a Qais Ibn Sa’d, que Al-lah esté complacido con él. Mu’awia entonces se dirigió a la mezquita mayor de Kufa y recibió el juramento de obediencia de Al Hasan, que Al-lah esté complacido con él, y la gente de Kufa. Sin embargo, Sa’d no se presentó en la mezquita; entonces Mu’awia le envió un papel firmado y sellado para que él pusiera las condiciones que viera convenientes para dar su juramento de obediencia y estas serían aceptadas.
Sa’d, que Al-lah esté complacido con él, demandó garantías de seguridad para él y sus seguidores solamente, lo cual Mu’awia aceptó inmediatamente. Entonces, Sa’d y su gente prestaron su juramento de obediencia.
Al Husain, que Al-lah esté complacido con él, se negó a prestar juramento de obediencia. Cuando Mu’awia quiso presionarlo, Al Hasan le dijo que no insistiera, pues el orgullo era más preciado para Al Husein que el hecho de prestar juramento de obediencia. Mu’awia mantuvo silencio, pero después Al Husain prestó su juramento de obediencia. ‘Amro Ibn Al ‘As, que Al-lah esté complacido con él, estaba presente en tal ocasión. Le aconsejó a Mu’awia que solicitara a Al Hasan dirigir algunas palabras a la audiencia. Mu’awia vio con agrado esto y Al Hasan, a solicitud de Mu’awia, dijo a los presentes lo siguiente: “Musulmanes, me es muy detestable la maldad. Hice las paces con Mu’awia para salvar a la nación de mi abuelo de tribulaciones y desórdenes, y lo he aceptado como comandante y Califa. Si el mando y el califato son sus derechos, pues ya los obtuvo. Y si fueran mis derechos, pues se los he concedido”.
La profecía del Mensajero de Al-lah
Después de seguir el proceso de paz en todas sus etapas, uno se sorprende sobre la precisión de la profecía que hizo el Mensajero de Al-lah, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, sobre Al Hasan, que Al-lah esté complacido con él: “Este hijo mío es un señor entre la gente y reconciliará entre dos bandos de los musulmanes”. Cuando Al Hasan descendió del púlpito, Mu’awia, que Al-lah esté complacido con él, se levantó y dijo: “¡Abu Muhammad! Has demostrado tal arrojo y valor como nadie nunca lo ha hecho”.
Este tratado de paz se firmó en el año 41 H., a tan solo seis meses del martirio de ‘Ali, que Al-lah esté complacido con él. Después de consolidarse el tratado, Mu’awia, que Al-lah esté complacido con él, dejó Kufa y volvió a Damasco. Mostró gran consideración por Al Hasan y mantuvo la pensión que le enviaba mientras estuvo con vida.
Mu’awia se había convertido ahora en el líder indiscutible y Califa del Islam. Incluso Sa’da Ibn Abi Waqqás, que Al-lah esté complacido con él, que se había retirado de todo asunto mundano y pasaba sus días aislado pastando sus camellos y cabras y adorando a Al-lah, había pronunciado su juramento de obediencia a Mu’awia.
En poco tiempo no quedaba nadie que no hubiese pronunciado su juramento de obediencia a Mu’awia. Poco tiempo después del acuerdo, Al Hasan abandonó Kufa y se dirigió a Medina con sus familiares. La gente de Kufa lo escoltó parte del camino y él se estableció en Medina.
La fabricada historia del envenenamiento
Al Hasan murió el año 50 o 51 H. Algunos opinan que su esposa Yud’a Bint Al Ash’az lo envenenó. Sin embargo, ni Al Hasan ni Al-Husain, que Al-lah esté complacido con ambos, pudieron identificar al culpable, ¿cómo se la puede acusar entonces de su muerte? En estado de agonía, Al Hasan llamó a Al Husain y le dijo: “El califato le llegó a ‘Ali después del Profeta, pero se trabaron combates y el asunto quedó sin resolver. Ahora he comprendido muy bien que la profecía y el califato no pueden reunirse en nuestra familia. Temo que los ignorantes de Kufa traten de sacarte de esta ciudad y te ordeno que te niegues a seguirlos. Una vez le pedí a ‘Aisha, que Al-lah esté complacido con ella, que me permitiera ser enterrado cerca del Profeta y ella accedió en ese entonces; tal vez ella se niegue ahora. Sin embargo, acércate a ella con ese propósito y no insistas”. Siguiendo su consejo, Al Husain tomó contacto con ‘Aisha inmediatamente después que falleció Al Hasan y solicitó permiso para el entierro de su hermano (en la casa de ‘Aisha) y ella aceptó. Al Hasan fue enterrado al lado de su madre, Fátima, que Al-lah este complacido con ella. Nueve hijos y seis hijas le sobrevivieron.
Una mirada al califato de Al Hasan
Algunos historiadores se niegan a aceptar el califato de Al Hasan, que Al-lah esté complacido con él, como parte de los califas “bien guiados” por ser breve e incompleto. Sin embargo, este punto de vista demuestra ser insostenible. Pues, si aceptamos este argumento, el califato de ‘Ali, que Al-lah esté complacido con él, también debería borrarse de la jerarquía de los califas “bien guiados” y eso sería injusto. Lo breve de su autoridad tampoco es un buen argumento. Si el califato de Al Hasan es tomado en consideración cuidadosamente, veremos que es una parte importante del periodo de los califas “bien guiados”. Aunque el califato de Al Hasan no tuvo victorias militares ni gritos de guerra, dio tan valioso y remarcable servicio al mundo islámico y su unidad que un califato de muchos años y cientos de victorias no habría podido lograr. Respecto al maravilloso rol que desempeñó en reconciliar a dos bandos de los musulmanes en combate, su califato será inolvidable.
Puso fin a una enemistad de una década de un solo golpe. Frustró las conspiraciones e intrigas de los judíos y los hipócritas, que se ocultaban con apariencia de musulmanes, que habían desarrollado durante una década para llegar a ser una amenaza fuerte y formidable.
De este modo Al Hasan, que Al-lah esté complacido con él, abrió la senda de victorias futuras y las espadas de los musulmanes estaban libres nuevamente para dirigirse contra los enemigos del Islam. Ciertamente superó el valor de un guerrero con muchas victorias cuando juró obediencia a Mu’awia, que Al-lah esté complacido con él, y dijo: “Si el mando y el califato fuesen sus derechos, pues ya los obtuvo. Y si hubiesen sido mis derechos, se los he concedido”.
Este memorable evento es una luz que guiará hasta el Día del Juicio a la Ummah islámica sobre el sendero recto. Este grandioso ejemplo permanece hasta nuestros días como una luz en la salvaje e inmensurable oscuridad del océano. Al Hasan tenía bajo su mando a 40.000 guerreros que habían hecho el juramento de luchar contra Mu’awia hasta la última gota de su sangre.
En tales circunstancias, era una obligación para un hombre de 37 años, siendo un general experimentado y el hijo de un padre valiente, luchar contra el enemigo de su padre. Al Hasan, que Al-lah esté complacido con él, sabía muy bien que, siendo el nieto querido del Profeta, podría, en un periodo breve, inclinar la marea de los sahabah y el mundo islámico en su favor.
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