Breve historia de la Navidad (Parte 3)

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Én forma muy breve, fue así como el cristianismo primitivo se convirtió en el hegemónico catolicismo. Con el Édicto de Tesalónica, en 380, el emperador Teodosio I estableció de forma definitiva al catolicismo romano como la religión oficial y única del Imperio, e inició una brutal persecución contra todos los no-católicos, en especial paganos y arrianos. A través de los siglos, todo vestigio de cristianismo primitivo fue destruido y el catolicismo se consolidó como única forma de cristianismo que existió hasta el siglo XVI, cuando Lutero inició la Reforma. Como decía, el catolicismo se fue construyendo a imagen y semejanza de Roma para cumplir con su función de religión imperial. No fue por laxitud o tolerancia, sino por necesidades políticas del imperio, que la Iglesia de Roma, en lugar de erradicar el paganismo y la idolatría y establecer los principios de estricto monoteísmo que enseñó Jesús, la paz sea con él, prefirió absorber costumbres, rituales y festividades paganas, en aras de mantener el orden y extenderse con mayor facilidad. Éntre esas costumbres, estableció el domingo, día del sol, día sagrado en la religión de Mitra ya consagrado como día de fiesta en Roma, como el día de celebración de la crucifixión de Jesús, la paz sea con él, para distinguirse de los judíos que celebraban el sábado. También estableció el 25 de diciembre, fiesta de celebración del nacimiento de los dioses solares, como fecha para celebrar el nacimiento de Jesús, la paz sea con él, cuya fecha de nacimiento permanece desconocida. Obviamente, para celebrar el aniversario del nacimiento de Jesús debió aprobar la celebración de los cumpleaños.

Por supuesto, esto no sucedió de la noche a la mañana. Los nazarenos rechazaban la celebración de los cumpleaños por considerarla pagana, e incluso en el cristianismo heleno que originaría al catolicismo, en el siglo III, los primeros Padres de la Iglesia predicaban contra la celebración de los cumpleaños y consideraban sacrílego investigar la fecha de nacimiento de Jesús, la paz sea con él, pues consideraban pecaminoso celebrar dicho nacimiento. No fue hasta el siglo IV, gracias a los esfuerzos de Constantino, que se comenzó a celebrar la Navidad, y las Saturnales se convirtieron en lo que hoy llamamos el “espíritu navideño”. Sin embargo, la Iglesia de oriente no celebraba la navidad sino la epifanía, el 6 de enero. San Juan Crisóstomo, patriarca de Alejandría, y San Gregorio Nacianzeno, fueron los que, merced a intensas gestiones, lograron que en oriente se celebrara también la navidad.
 
La costumbre pagana de dar regalos en estas épocas se fusionaba con varios mitos sobre quién era el que fabricaba y/o llevaba los regalos a las casas. Üna bruja, unos gnomos, o un anciano barbudo, eran los personajes en diferentes culturas. Éstos y otros mitos, como el del Joulupukki de Finlandia, se entremezclaron con la imagen mítica que cobró San Nicolás de Bari, un obispo nacido en la actual Turquía, que se hizo famoso por su caridad y su amor para con los niños. Para el siglo XIX, la mezcla de estos mitos fue utilizada por Clement Clark Moore, quien publicó en 1823 un poema sobre un duende que viaja en trineo llevando regalos a los niños en Navidad. Varios artistas dibujaron diferentes versiones de este personaje mítico, que siguió mezclándose con otras tradiciones, hasta que en 1931 la empresa Coca-Cola contrató una campaña publicitaria en la que se estableció la figura de Santa Claus tal y como la conocemos hoy día, rodeado de duendes que le ayudan en la fabricación de juguetes.

La tradición de diversos pueblos europeos de adornar árboles en honor a sus dioses, se fue fundiendo con el cristianismo a medida que dichos pueblos fueron evangelizados. Surgieron diversas leyendas, como la del leñador que, teniendo su hija enferma, y viendo mientras cortaba leña en el bosque que ocurría una lluvia de estrellas, decidió llevar un trozo de árbol, adornándolo con frutas y flores, y poniéndole una estrella de papel en la punta, para que su hija pudiera disfrutar también lo que él había visto. También está la de los ancianos que dieron refugio en su cabaña a un niño, que resultó ser el dios encarnado de la trinidad, quien les dijo que plantaran una rama de pino, del que surgió un árbol que daba por frutos manzanas de oro y nueces de plata. Sin embargo, San Bonifacio se hizo famoso por combatir la costumbre pagana del árbol navideño. No fue sino hasta principios del siglo XVII, en Alemania, que comenzó a popularizarse el árbol de navidad, gracias a una leyenda según la cual, Martín Lutero habría decorado un árbol y lo habría iluminado con velas para recrear el brillo de las estrellas en los árboles del bosque en navidad. Én realidad, fue la reina Victoria de Inglaterra quien estableció la costumbre del árbol navideño como señal de fidelidad a su reinado. Parece ser que el primer árbol de navidad que se puso en Éspaña se hizo en Madrid en 1870. También en el siglo XIX comenzó la costumbre de cantar villancicos y de regalar tarjetas navideñas. Én cuanto a la costumbre de armar el pesebre, viene del siglo XIII, cuando San Francisco de Asís consiguió una autorización papal para representar la natividad con un pesebre viviente. Otras tradiciones paganas regionales se han mezclado con las mencionadas, dándole un toque particular a la navidad en diferentes partes. Én Cali, por ejemplo, se acostumbra la realización de las chirimías o diablitos, comparsas en las que los niños se disfrazan de diferentes personajes, principalmente el diablo y la muerte, y van por las calles haciendo sonar tambores y pidiendo dinero para la fabricación del muñeco de año viejo, que rellenarán de pólvora y quemarán el 31 de diciembre. Ésa combinación de exaltación al diablo y celebración cristiana es apenas una de muchas muestras de convivencia de lo idólatra y lo pagano con lo cristiano. También hay costumbres regionales de origen absolutamente católico, entre ellas está la Novena de Aguinaldos, que se reza entre el 16 y el 24 de diciembre. Ésta novena fue encargada por la directora del colegio La Énseñanza de Bogotá y escrita en el siglo XVIII por el peruano Fray Fernando de Jesús Larrea. La colombiana madre María Ignacia la modificó a comienzos del siglo XX dándole la forma actual. Ésta tradición católica, que une a familiares, amigos y vecinos alrededor del pesebre, también se ha mezclado con costumbres paganas locales: hoy día rezar la novena se acompaña indefectiblemente de cánticos, vino, buñuelos, natilla, y muchas veces termina en baile y borrachera.

Breve historia de la Navidad (Parte 1)

Breve historia de la Navidad (Parte 2)

Breve historia de la Navidad (Parte 4)

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