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¿Por qué sufre la gente? (parte 8 de 10)

¿Por qué sufre la gente? (parte 8 de 10)

 La existencia de Dios y el problema del mal

En su libro, Hadi Al Aruah, Ibn Al Qaiem explica la función terapéutica del dolor en este mundo y el próximo, diciendo:
La sabiduría de Al-lah requería asignar un remedio para cada enfermedad, y corregir a los desviados requiere la medicina más difícil. Un doctor compasivo puede cauterizar al enfermo, curándolo con fuego una y otra vez para eliminar los fétidos elementos que sabotearon su estado de salud. Y si cree que amputar la extremidad es mejor para el paciente, lo hace, causando el dolor más severo. Ese es el destino que Al-lah escribió para erradicar los elementos ajenos que perjudican la salud de la persona en contra de su voluntad; entonces ¿qué hay de aquel que voluntariamente elige admitir cosas tóxicas en su alma pura? Cuando una persona inteligente reflexiona sobre las leyes de Al-lah, Alabado y Exaltado sea, Su destino escrito para este mundo, y Su recompensa y castigo en el más allá, los encuentra perfectamente apropiados e interconectados. Esto es porque su fuente es un conocimiento perfecto, una sabiduría impecable, y una misericordia que todo lo abarca. Y, sin duda, Él –Glorificado– es el Rey Supremo, y Su Dominio es de misericordia, gracia, y justicia.

Alguno podría decir que un doctor puede remover la fuente del malestar de ser posible, entonces, ¿por qué no purifica Dios las almas sin dolor alguno? Lo que sugiere aquí Ibn Al Qaiem es que es el dolor mismo el que ayuda a purificar el alma malévola.
De acuerdo con la mayoría de los sabios sunnís, los pecados mayores requieren de arrepentimiento consciente para garantizar el perdón, pero incluso en ese caso vemos que la “maldad” es lo que genera en la gente el estado de alerta y deseo de arrepentirse y cambiar. Sin arrepentimiento la indulgencia en el pecado continúa desensibilizando al pecador y lo ciega para no poder ver nada que no sea su próximo momento de placer prohibido. Justo antes de que termine de estrangularse espiritualmente con esas malas acciones, y justo antes de que su fe derrame sus últimas gotas, Dios lo rescata antes de que acelere su caída en el abismo de su perdición. Ese rescate viene en la forma de una reprimenda Divina y a menudo llega poco antes de que su vida expire en la desobediencia, afligiendo así a quienes lo rodean y a sí mismo. Al-lah dice: {Pero les haré probar un castigo inmediato en esta vida antes de que los azote el castigo mayor [del Infierno], quizás así recapaciten} [Corán 32:21]. A nivel individual, consideremos a alguien que sufre de una lenta y dolorosa muerte a causa de una enfermedad terminal; la mayoría juzgaría esto a primera vista como trágico. Sin embargo, oculto en las grietas, podría estar el mejor regalo de Dios a esa persona: el regalo de la desesperación. La medicina no surte efecto, y sus seres queridos lloran junto a su cama, podrían finalmente hacer surgir una humildad y un quebrantamiento en su espíritu que lo califiquen para la salvación. Como dijo el Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “Nadie entrará al Paraíso si en su corazón hay una pizca de arrogancia” (Muslim). En sus últimos momentos de su estadía en la Tierra, Dios decretó que descubriera lo que nunca habría encontrado por su cuenta sin su enfermedad. Se cuenta popularmente que el legendario boxeador, Muhammad Ali, que Al-lah lo tenga en Su misericordia, decía sobre su lucha con su enfermedad final: “Dios me dio síndrome de Parkinson para mostrarme que no soy ‘el más Grande’, Él lo es”. Él comprendió que podría haber permanecido en la ignorancia si Dios no lo hubiera purificado a través de esa enfermedad de sus años de altivez. Para Ali probar la debilidad fue más valioso que su legado como boxeador, sus ganancias económicas, y su lucha contra las guerras injustas, ya que entendió que todo eso se derrumbaría junto a sus huesos al final de su vida. En cuanto al Parkinson, lo vio como una bendición disfrazada que le podía brindar el amor de Dios y Su compañía. Es así como podemos entender la frase del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “Cuando Al-lah ama a alguien, lo pone a prueba” (Tirmidhi).
Por último, sacrificar una parte para preservar el todo –cuando es necesario– es algo que cualquier persona prudente considera razonable. El Corán nos informa que Dios hace esto a menudo: {Así fueron destruidos los injustos. ¡Alabado sea Dios, Señor del universo!} [Corán 6:45]. Los motivos para celebrar las alabanzas a Dios aquí son evidentes: al erradicar los sectores más malévolos de la humanidad (aquellos que se rebelaban abiertamente a sus profetas y mensajeros), su cáncer no se extiende al resto de la humanidad y, como consecuencia, no queda esta última privada de la misericordia y perdón que Él ama dar.
Continúa...

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