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Él peligro de la envidia - II

El peligro de la envidia - II
Una forma reprobable de envidia, es un irrestricto desprecio de las bendiciones otorgadas al envidiado. Por lo tanto, cuando uno desprecia algo, se siente herido y agobiado por su simple existencia, y esto se convierte en una enfermedad en su corazón, al punto que siente placer si le son quitadas las bendiciones al envidiado, incluso si esto no resulta en ningún beneficio para él, excepto haber quitado el dolor que sentía en su alma.

Para que este sentimiento de dolor y de amargura se quite del alma del envidioso, éste tiene que monitorear continuamente al envidiado, y encuentra consuelo cuando la persona envidiada pierde la bendición, y en algunos casos puede ser peor, como cuando el envidiado se encuentra padeciendo una enfermedad, y el envidioso desea que no se recupere.

El Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: “¡Juro por El que Tiene mi alma en Sus manos! Ninguno de vosotros creerá hasta que desee para su hermano lo que desea para sí mismo” (Al Bujari y Muslim).

Él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo: “No debe existir envidia, excepto en dos casos: (hacia) una persona a quien Al-lah le Ha concedido sabiduría, quien se maneja en base a ella y la enseña a las personas; y (hacia) una persona a quien Al-lah le Ha concedido riqueza y propiedad junto con la capacidad de gastarla en la causa de la Verdad” (Al Bujari y Muslim).

Ibn ‘Umar, que Al-lah esté complacido con él, agregó lo siguiente: “(Y) una persona a quien Al-lah le Ha dado el Corán, y lo recita día y noche; y una persona a quien Al-lah le Ha otorgado riqueza y propiedad de lo cuál da en caridad día y noche”.

La envidia puede surgir como resultado de la enemistad, el orgullo, la egolatría, las ansias por el liderazgo o la impureza del alma. De esto, la enemistad es la causa más seria, ya que lleva a la malignidad y esto, a su vez, hace que el hombre tenga sed de venganza y a gozarse en cualquier calamidad que pueda afligir a su enemigo.


 El Imán Al Gazali, que Al-lah le é Su perdón, dijo en su libro Al Ihya’: “Tengan cuidado de la envidia, porque es una de las enfermedades fatales de los corazones, y no existe medicamento alguno para las enfermedades del corazón, excepto a través del conocimiento y las obras. El conocimiento que puede aliviar la enfermedad de la envidia es, sin duda, conocer que la envidia es letal para la vida mundanal de las personas tanto como para su religión, y que esta no significa ningún peligro para la persona envidiada en lo que respecta a su vida o a su religión; por otro lado, la persona envidiada puede incluso beneficiarse de ésta. El hecho es que la envidia es verdaderamente peligrosa para la religión del envidioso, porque es a través de esta envidia que él odia el designio de Al-lah y las bendiciones que Él Divide entre Sus siervos; él también odia Su justicia, la cual Él Ha establecido en Su mundo debido a Su Sabiduría. Por lo tanto, el envidioso contiende con ellas y se les opone. Esto es contrario a la creencia en la Unicidad de Al-lah.

Adicionalmente, el envidioso puede compartir con Satanás y el resto de los incrédulos, la satisfacción por las crisis que sufren los creyentes y por las bendiciones que los abandonan. Esta es la maldad en el corazón que devora las buenas obras y las borra como la noche borra el día. La persona que sufre de envidia, es torturada por ésta, y siempre estará angustiada cada vez que vea las bendiciones de Al-lah sobre la persona envidiada”.

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